4 de abril de 2013

Regresando con nuevas reglas

Hola, mi estimado lector imaginario (claro, no escribo para alguien en concreto, quisiera creer que al menos mi musa me lee, pero si sólo fuera ella le escribiría mails, etcétera), he decidido que quiero seguir escribiendo. Sin embargo, algo no estaba bien con el blog recientemente. Algo no estaba bien conmigo, porque relegaba mi actividad con las perras negras al final de la madrugada, al momento en el que ya no sabía que decir, y el cansancio más bien me cerraba los párpados; no sé bien qué pasó, pero de ser una actividad que disfrutaba muchísimo, el ponerme a ordenar pensamientos en un texto y dejarlo lo más coherente que pudiera, se volvió una especie de obligación. Ya no era escribir por el gusto de hacerlo, sino escribir para cumplir con mi compromiso. Eso empezó desde mediados del año pasado, o quizá antes, no lo sé, pero se fue acentuando al grado que me ausentaba por periodos de semanas, y luego hacía una traducción para rellenar los huecos... Eso fue así hasta el cinco de febrero en que decidí que me tomaría unas vacaciones y pensaría las cosas. Y de tanto pensarle durante estos dos meses salieron las siguientes conclusiones:

1. Quiero terminar la traducción del libro del Manual para los sin Dios
2. Quiero seguir escribiendo, pero con otro ritmo, sin obligación diaria, cuando me nazca y cuando tenga algo que decir
3. Me interesa explorar más la ficción, los cuentos, la idea de una historia que deba de ir tejiendo semanalmente o mensualmente... Es decir, me interesa todavía tener una frecuencia o un ritmo, hacer compromisos conmigo, pero:
4. Me otorgo la capacidad para romper cuando quiera dichos compromisos, y
5. Los voy a conceptualizar menos exigentes, menos draconianos, menos intensos, y en los cuales no pierda de vista el objetivo de divertirme escribiendo.

Este último punto, también me resultó evidente gracias a mi lectura de Le Ton Beau de Marot, de Douglas Hofstadter; en ese libro se nota que el autor de verdad disfruta lo que hace, se la pasa jugando con las palabras y al menos yo, me río y me entusiasmo mucho al leerlo. Así que sí, el infinito no se acaba, vuelve a arrancar con nuevas reglas. Hasta pronto, lector imaginario.

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