25 de enero de 2013

Huecos rellenados en los cuentos

Recuerdo que un amigo que tenía una hijita cuando yo era soltero y sin compromisos, es decir, casi casi el milenio pasado (naaah, pero ya tiene harto tiempo desto), me decía que su pequeña rechazaba por completo las películas viejas de Disney y solamente veía las de pixar a la fecha. "Están feas", decía esa nena cuando le intentaban poner Blanca Nieves, o La bella durmiente. Y hasta cierto punto tenía razón, no sólo las imágenes, comparadas con las que se hacen hoy en día, eran de menor calidad, sino que la edición es lenta, la trama es en algunos momentos aburrida, y las historias ponen a protagonistas pasivas y demasiado amables. Tan buenas, tan irredimiblemente buenas, tan imposiblemente y seguramente buenas, que hasta los animalitos del bosque quedaban empalagados... ¿Qué se compara todo eso con una protagonista como Rapunzel, en la última versión de ese cuento titulada Enredados? Una chica que, durante toda la primera parte es acosada por las dudas entre su deber y su libertad, entre cumplirle a su "mamá" y cumplirle a su sueño de ir a ver las luces que subían al cielo las noches de su cumpleaños. ¿Y qué tal el "heroe" Eugene?, un malandrín que sin intentar hacerle daño a la chica, intenta a cada momento zafarse del compromiso adquirido y persuadir a Rapunzel de volver a casa y dejarlo huir. ¿O qué tal Valiente, por ejemplo? Una princesa escocesa que ni siquiera piensa en casarse, es más, rechaza la idea del campeón que deberá ganar su mano; rechaza la idea de tener que casarse. Punto. Me gusta como van cambiando las épocas, y cómo mujeres librepensadoras seguramente tienen injerencia en la producción de la nueva generación de películas infantiles.

A la hija de mi amigo no le latían las pelis viejitas, pero Loana las ve sin ningún problema, es más, ha visto cientos de veces ya La cenicienta, La bella durmiente, La dama y el vagabundo, La bella y la bestia, y otras que también son de los años cincuenta del siglo pasado. Y no le aburren, no le molestan los dibujos de menor calidad, ni los ritmos, ni las escenas aburridas, ni nada. Antes se queda dormida a la mitad de Cómo entrenar a tu dragón que a la mitad de La dama y el vagabundo. Lo cual me extraña un poco porque hasta sus amiguitos de la guardería son adeptos a las novedades fílmicas. Pero quizá tengamos en casa a una amante del cine en potencia, que maś adelante preferirá los clásicos que los estrenos... (you wish)

A propósito de La cenicienta, además, Loana no se queda con la información proporcionada por el cuento, el otro día, por ejemplo, me empezó a preguntar que donde estaba el papá de la cenicienta, ¿y su mamá?, ¿y su madrastra?,¿y su nombre es La cenicienta?; es decir toda una serie de huecos que necesitaba llenar para que la historia tuviera más sentido. Entonces me puse a bautizar a los personajes, y le dije que la mamá de la cenicienta se llamaba María, pero que se había muerto cuando la cenicienta era una bebé; que el Papá se llamaba Alberto, y que se había ido de viaje de negocios, y que en ese entonces tardaban muchísimo, meses, o años en regresar de los viajes; que la madrastra se llamaba Úrsula, y que la cenicienta misma se llamaba Juanita... Mi pequeña abrió los ojos grandotes y me preguntó sorprendida: ¿Cómo mi Miss? porque una de las señoritas que la cuidan en la guardería se llama así. "Sí, como tu miss mi amor". Al poco rato dormía, quisiera pensar que soñando con Juanita, la cenicienta.

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