4 de enero de 2013

Sobre las armas

Cuando me hacen algo..., cuando un desconocido me hace algo, como por ejemplo cerrárseme de manera violenta en la calle obligándome a tomar medidas evasivas de emergencia, o peor aún, cuando le hacen algo a mis pequeños o a mi musa, como ponerles mal una vacuna, o maltratar a mi compañera, mi demonio interior pide venganza. Y así es como me imagino en una situación de desigualdad de poder que me permitiera cobrarme. Desde ser rico y poderoso y hacer unas llamadas para que mi "enemigo" no encuentre trabajo en ningún lado, pasando por usar un arma de fuego para deshacerme del idiota en cuestión, hasta torturarlo lentamente con la técnica de los mil cortes. Es decir que mi demonio es malvadísimo, me hace imaginar (y no sin regocijarse) cosas tremendas y terribles, que yo no censuro porque creo que la censura interior sólo lleva a pesadillas y más tensión.

Ahora bien, yo sé que un arma de fuego no es garantía de nada, es más, como no sé usar una el tenerla sería más peligroso para mí que para cualquier malhechor. Me imagino que con muchas horas de entrenamiento uno podría dominar una pistola al nivel de Mel Gibson en Arma mortal, aunque quién sabe, tal vez ese nivel de precisión sea más bien una onda aspiracional gringa (algo como Robin Hood con los arcos). Pero con armas de fuego, e incluso con el entrenamiento adecuado, me da miedo que en una de esas pudiera yo en un arranque de mi demonio interior cometer alguna estupidez. Es decir; como me imagino las más cruentas venganzas, pienso que podría existir la posibilidad de que si de verdad tuviera por ejemplo una pistola, en una de esas sí me pondría a echar de tiros. Y es precisamente por eso, por el miedo que le tengo a ese yo vengativo, a ese demonio que vive conmigo, en mí, que creo que está bien no tener armas; y que está bien que los demás tampoco tengan.

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