16 de julio de 2007

El inexorable

Digamos que yo me duermo a las dos de la mañana, no he terminado de cerrar los ojos cuando oigo el despertador, le pido 10 minutitos más que se evaporan en segundos, otros 10 minutiitos, otra evaporación instantánea.

Entonces salgo disparado del lecho y corro y me agito, y llego tarde de todas formas. Ya en la oficina prendo mi equipo, leo algunas noticias, algunos mails, algunos blogs, alguno que otro manual, y antes de pasar a las actividades "productivas", y sin haber llegado a las mejores lecturas (o las que me interesaban más) me doy cuenta: ya dieron las dos.

Pienso que "si quiero terminar el cacho de código que debo entregar hoy no voy a salir a comer", entonces un par de juegos de xgalaga, un par de párrafos más, un par de comentarios en el mensajero instantáneo, iniciar un post en el blog, y ya dieron las cinco y media, y apenas he corregido una línea de código. "Maldición", me digo.

Definitivamente debo cambiar de estrategia, pero si primero trabajo ya no leo, y la lectura es un mantra que ayuda a pensar de manera más aproximada y lógica, y pausada y elegante, y además, me gusta mucho (si pagaran por leer...). Intentaré sacar la chamba del día en la siguiente media hora. No creo lograrlo, pero yo y las causas perdidas...

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