Cuando era un puberto, me contaron una historia que bien podría ser un mito urbano, el de una mujer que de chiquita la habían golpeado sus papás por decir que no a todo, y que entonces tenía un trauma y le era prácticamente imposible decir que no. De modo que, primero vendedores, y luego otras personas a su alrededor empezaron a abusar de ella y su vida fue volviéndose un infierno por esa incapacidad a decir que no. Supongo que la moraleja era que había que aprender a negarse ante peticiones raras o que nos disgustaran. Supongo también, que otra moraleja era que había que respetar ese "no" de los niños chiquitos.
Pues bien, Loana aprendió ya desde hace un rato a decir que no, pero conforme ha pasado el tiempo lo ha ido aplicando más y más, en cada vez más situaciones, y es divertidísimo oírla decir que no a cualquier pregunta que escucha, esté o no dirigida a ella. Cuando ve la tele y los personajes hacen alguna pregunta, ella responde de inmediato que no; cuando le preguntamos que si quiere salir, ver a sus abuelitos, ver tele, comer galletas, etc, aunque sí quiera porque todas esas actividades le gustan y se entusiasma, responde primero que no. Si yo le pregunto algo a mi musa, o su abuelo a una de sus tías, o su abuela a mi amada, Loana responde que no. Si le piden de lo que ella esté comiendo, que no, etc.
Yo estoy feliz y orgulloso de sus noes, claro, es un reflejo de lo mucho que escucha esa palabra, y lo poco que oye decir que sí tiene sus consecuencias: Loana no sabe decir que sí. Pero también creo (ahora) que es normal que uno se la pase diciéndole que no a un niño chiquito: "no te acerques a la orilla, no tires las cosas, no me pegues, no toques la caca del pañal, no te metas eso a la boca, no etc". Total que me solidarizo con mi hija. ¡Arriba el no, Viva el no!
1 comentario:
Viva el "no" de Loana, pero muera el "no" delombre de la ceja estriñida.
Publicar un comentario