1.- Ya estrené. Andar en chanclas es riquísimo, lo haré más seguido. Salir a fumar a la calle con ellas puestas es muy agradable, sobre todo cuando como aquí, hace un calor infernal en el exterior y no te dejan fumar adentro, donde te congelas por el aire acondicionado. Ponérselas es cosa de deslizar los piés sobre dellas y atorar un cuerito entre el gordo y los demás dedos, pocas cosas más fáciles en este mundo, aunque no estaría de más escribir unas "Instrucciones para ponerse unas chanclas". Se siente el aire tibio sobre la piel de los dedos y el empeine, y se corren mayores riesgos con insectos y protuberancias y filos del bajo mundo. Comodísima aventura el llevar unas chanclas en los piés.
2.- Aquí donde los interiores son sagrados y apestarlos con humo es casi un crimen, he tenido que salir a la calle a fumarme mis cigarros. No me quejo. De hecho, me parece correcto irse al aire libre para poder fumar. Lo digo también porque con todas estas restricciones he disminuido a menos de cinco cigarrillos diarios sin que ello me cause demasiadas ansiedades. Esta drástica disminución del 50% (ya andaba otra vez por el orden de los 10) no me ha desagradado ni ocasionado ningún perjuicio, al contrario. La verdad es que no quisiera tener que dejar el consumo del tabaco, pero si concluyo que no puedo controlarlo me veré obligado a sacarlo de mis hábitos de-fi-ni-ti-va-men-te. El que haya podido, en menos de una semana, bajar así, aunque fuera por presiones externas (o de interiores) es alentador, porque quiere decir que en este hábito hay mucho más de voluntario que de necesario, y que ultimadamente si uno es lo suficientemente fuerte, se puede controlar.
3.- Faltan sólo cuatro días, para el día D. :-D
28 de agosto de 2007
Chanclas y disminuciones
Etiquetas: reflexiones, vida - Publicó persona.vitrea a las 21:50
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