Loana crece y crece, ahora cumple 3 años ya, y es encantadoramente habladora, preguntona, contestona, caprichosa, enojona, exigente, contreras, berrinchuda, curiosa e inteligente.
Hay días en que me enternece por completo con una frase, una oración simple y al mismo tiempo llena de verdad, una pregunta, algo que me deja pensando en como se va entendiendo poco a poco el mundo y como, aún cuando en esa visión primaria de la realidad hay muchísima verdad la vamos dejando a un lado por otra visión más poética y menos verdadera.
Hace como una semana, por ejemplo, estabábamos en casa de los abuelos y me acompañó a la habitación de su tía Elvi mientras yo cambiaba a Lucas, y entonces encima del escritorio de la tía se encuentra con uno de esos Carlos V delgaditos, de presentación como de la mitad de los que había cuando yo era niño; Loana sabe que no debe tomar golosinas, a menos que se le de permiso, y además sabía, ese día en particular, que no podía comer chocolate pues acababa de estar malita del estómago.
Entonces tomó el Carlos V entre sus dedos, lo miró por un lado y por el otro (supongo que para verificar que estuviera cerrado), y yo sé que ella sabía lo que era porque ya antes, otro día, se había comido uno, entonces me lo muestra y me pregunta: Papá, ¿qué hay adentro de esta basura? Gong, Tuuu-uuuUU.
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