18 de julio de 2008

Azar y genio y duda

Recuerdo que hace algunos años, cuando trabajaba en Picnic, traduje un poema del francés al español. Una tarde M.V., directora de edición, me contactó por el mensajero para pedirme una traducción que yo pensaba que era para la revista, me mandó el texto y le dije que le echaría un ojo. Como a las seis de la tarde lo leí unas tres o cuatro veces, luego, procedí, era una receta de cocina. Primero una traducción textual rápida y sucia, en la que me di cuenta inmediatamente del uso de un vous generalizado, que no me gustó nada traducido como 'usted' (tome usted, haga usted, etc), y lo cambié por el imperativo del 'vos' antiguo (tomad, haced, etc). En seguida me puse a revisar las rimas, vi como se alternaban, y en ese reacomodo de palabras y uso metafóricamente permitido de otras, estuve batallando hasta entrada la madrugada, un par de líneas antes del final, había una rima que casi me hace desistir, fue una batalla tremenda y al final se me apareció el acomodo apropiado para conservar el significado general y la rima. Triunfé, escribí un orgulloso mail a M.V. con copia a V.R., la directora general, y lo mandé.

Al siguiente día, M.V. se aparece de manera inaudita por mi cuchitril, incrédula, como buscando pruebas, me dice que le había gustado mucho mi trabajo, que le hacían falta algunas correcciones en métrica y otros detalles pero que había quedado ba'tante bien (acento venezolano). Para mí había sido una gran victoria sobre el texto, un momento lleno de emoción y sensación de hacer clic con el poema y de estar encontrando la mejor manera de cambiarlo de materia (del francés al castellano) sin corromper ninguna de sus dotes. Por lo que no me extrañaba que se hubiera dignado a ir a verme, pero todavía no sabía la historia completa.

Posteriormente me enteré por medio de V.R., que ese era uno de los ejemplos de intraducibilidad total de una lengua a otra, que varios expertos traductores habían puesto de ejercicio 'imposible' a los estudiantes de un taller de traducción al que había asistido M.V. Un paradigma destruido por un principiante en siete horas. Por supuesto que mi confianza en mí creció, aunque ya antes me había auto-proclamado genio, claro que podría ser tan sólo una coincidencia afortunada.

La duda es la mejora amiga del genio. Próximamente buscaré esos correos y recuperaré aquel poético y traducido texto, que será en este blog expuesto.

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