14 de noviembre de 2011

Llegó a casa el príncipe

Trajimos a Lucas a casa 29 horas después de su nacimiento. Dicen que nació grandote porque pesó 3.6Kg, sin embargo yo lo veo chiquitito, con las piernas flaquitas, todo arrugadito de la piel por los meses que pasó en el líquido amniótico.

En el hospital le dieron fórmula, o leche sintética, porque a mi amada aún no le bajaba la leche materna. En casa vomitó esa pseudo-leche, y estuvo succionándole el pecho a mamá hasta que empezó a salir ese alimento súper nutritivo con el que pueden vivir, exclusivamente, por los primeros seis meses los bebés.

No pasamos la noche en vela como esperábamos, porque Lucas durmió gran parte de la madrugada. Lloró una vez, pero lo arrullé y se calmó, y por fortuna no despertó a Loana. De verdad espero que sea un bebé de esos que duermen mucho, para que nos deje descansar un poquito a mi musa y a mí, aunque si no fuera así pues ni modo, a desvelarnos pa cuidarlo.

Por lo pronto es un bebé friolento, en cuanto le quitamos la cobija empieza a quejarse, y cuando le cambiamos el pañal se enoja muchísimo y patalea... Esa es otra, no recuerdo que Loana tuviera tanta fuerza cuando recién había nacido; Lucas casi casi se voltea solito a dos días de haber sido expulsado de la paradisiaca panza de mamá.

De momento, estamos con él mi musa y yo, Loana se fue a la guardería como de costumbre, después de aceptar de muy buen grado la llegada de su hermanito (como no, si desde unos meses antes de venir le regaló de todo, o bueno, casi cualquier regalo que le hacíamos a Loana se lo dábamos a nombre de Lucas). Mi amada se va recuperando, y probablemente para dentro de una semana ya estará bien del todo, mientras tanto se vienen idas al registro civil para darlo de alta, idas al seguro para ponerle vacunas iniciales y hacerle pruebas y estudios, idas al pediatra, etc. Idealmente habría que maximizar esos desplazamientos y sacarles el mayor provecho posible.

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