25 de septiembre de 2012

Llamado a los hombres (2 de 4)



(03:26)Hubo una época en mi vida en la que tuvimos una experiencia familiar traumática. Mi hermano, Henry, murió trágicamente cuando éramos adolescentes. Vivíamos en Nueva York, como dije. En ese momento vivíamos en el Bronx, y el entierro fue en un lugar llamado Long Island, a unas 2 horas de la ciudad. Y mientras nos preparábamos para volver del entierro los coches se detuvieron en un baño para dejar que la gente fuera antes de emprender el largo viaje de regreso. Y la limusina se vació. Bajaron mi madre, mi hermana, mi tía, todos, excepto mi padre y yo que nos quedamos, y tan pronto como se bajaron las mujeres él empezó a llorar. No quería llorar delante de mí, pero sabía no iba a lograr llegar hasta la ciudad sin hacerlo y era mejor que lo viera yo que permitirse expresar esos sentimientos y emociones delante de las mujeres. Y este era un hombre que hacía 10 minutos había enterrado a su hijo adolescente; algo que yo ni siquiera puedo imaginar. Lo que más se me quedó fue que se estaba disculpando conmigo por llorar delante de mí, y al mismo tiempo, también me echaba porras, me animaba, para no llorar.

(04:45)Ahora llego a ver esto como ese miedo que tenemos los hombres, ese temor que nos paraliza, que nos hace rehenes de ese kit masculino. Recuerdo haber hablado con un niño de 12 años, un jugador de fútbol, y le pregunté, le dije: "¿Cómo te sentirías si, delante de todo el equipo, el entrenador te dijera que jugaste como una niña?" Yo esperaba que me dijera algo como: “me pondría triste, me pondría furioso” o algo por el estilo. No, el niño me dijo –el niño me dijo: "Eso me destruiría". Y pensé para mis adentros: "Dios, si ser llamado niña lo destruiría, ¿qué le estamos enseñando sobre las niñas?"

(05:34)(Aplausos)

(05:38)Y esto me remontó a una época en que yo tendría unos 12 años. Crecí en un edificio modesto del núcleo urbano pobre. En ese entonces vivíamos en el Bronx. Y en el edificio, al lado de donde yo vivía había un chico llamado Johnny. Tendría unos 16 años, y todos nosotros teníamos unos 12 años, todos menores que él. Y él pasaba el rato con nosotros. Y este muchacho no andaba en cosas buenas. Era el tipo de chico cuyos padres debían haberse preguntado "¿Qué hace este muchacho de 16 años con estos niños de 12? Y pasaba mucho tiempo en cosas no muy buenas. Era un chico conflictivo. Su madre había muerto por sobredosis de heroína. Estaba siendo criado por su abuela. Su padre estaba ausente. Su abuela tenía dos empleos. Él pasaba mucho tiempo solo en casa. Pero tengo que decirles, los niños admirábamos a ese chico. Era genial. Era magnífico. Era lo que las hermanas decían: "Es magnífico". Tenía relaciones sexuales. Todos lo admirábamos.

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