26 de septiembre de 2012

Llamado a los hombres (3 de 4)



(06:33)Y un día, yo estaba en frente de la casa haciendo algo, jugando por ahí, haciendo algo, no sé qué. Él miró por la ventana, me pidió que subiera; dijo: "Hola Anthony". Me llamaban Anthony de niño. "Hola Anthony, ven, sube". Johnny llamaba y uno iba. Así que subí corriendo las escaleras. Al abrir la puerta me dice: "¿Quieres?" Y de inmediato supe a qué se refería. Porque para mí en ese momento, relacionándonos en ese entorno de masculinidad, "querer" significaba una de dos cosas: sexo o droga; y no andábamos en drogas. Mi kit, mi credencial, mi credencial de masculinidad estaba en peligro inminente. Dos cosas: una, nunca había tenido sexo; pero un hombre nunca cuenta eso. Sólo le dices a tu mejor amigo, bajo juramento secreto de por vida, la primera vez que tienes sexo. Pero para todos los demás vas por ahí como si hubieras tenido sexo desde los 2 años. No hay primeras veces. (Risas) La otra cosa que no le podía decir era que yo no quería. Eso era peor aún. Se suponía que siempre estábamos al acecho. Las mujeres son objetos, sobre todo objetos sexuales.

(07:35)Como sea, no podía decirle nada de eso. Así que, como diría mi madre, para hacerla corta, yo simplemente le dije "sí" a Johnny. Él me pidió que entrase en su habitación. Entré a su habitación. En su cama había una chica del barrio llamada Sheila. Tenía 16 años. Estaba desnuda. Era lo que hoy se conoce como enferma mental; más lúcida algunas veces que otras. Teníamos un amplio abanico de nombres inadecuados para ella. Como sea, Johnny acababa de tener sexo con ella. Bueno, en realidad la había violado pero él decía que habían tenido sexo. Porque mientras Sheila nunca decía que no, tampoco decía que sí.

(08:11)Así que me estaba ofreciendo la oportunidad de hacer lo mismo. Cuando entré al cuarto, cerré la puerta. Amigos, estaba petrificado. Estaba de espaldas a la puerta para que Johnny no pudiera irrumpir en el cuarto y ver que no estaba haciendo nada. Y permanecí allí el tiempo suficiente como para que hubiera pasado algo. Así que ahora ya no estaba tratando de imaginar qué hacer sino de pensar cómo iba a salir de esta habitación. Así que con mis 12 años de sabiduría me bajé el pantalón y salí de la habitación. Y para mi sorpresa, mientras yo estaba en el cuarto con Sheila, Johnny regresó a la ventana y llamó a más muchachos. Así que ahora la sala de estar estaba llena. Era como la sala de espera de un consultorio médico. Y me preguntaron cómo estuvo. Y yo les dije "estuvo bien". Y me abroché el pantalón frente a ellos y me dirigí hacia la puerta.

(08:56)Ahora digo esto con remordimiento, y sentía un tremendo remordimiento en ese momento, pero estaba en conflicto porque, aunque sentía remordimiento, me emocioné porque no me descubrieron; pero sabía que me sentía mal por lo sucedido. Este temor de salirme de la norma de masculinidad me envolvió por completo. Eran mucho más importantes para mí mis credenciales de masculinidad que lo de Sheila y lo que le estaba sucediendo.

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