Como todos (los adultos en mi casa) saben, el sueldo que gano en la empresa para la que trabajo apenas si me alcanza para pagar la renta, la guardería, y algunos consumibles de los niños (pañales, toallitas, pomadas, fórmula, etc). Pero también tengo que pagar gasolina, estacionamiento, café, entre otros consumibles y alimentos más. Y también, frecuentemente, se nos hace tarde a mi musa y a mí, y pedimos comida preparada a domicilio. Eso sin contar con las emergencias cuando los niños se nos enferman y los llevamos al pediatra, y les compramos medicinas; o cuando los llevamos periódicamente a los distintos especialistas que les toca (nefróloga, alergóloga, análisis de sangre, etc). Es decir, en realidad ni sumándole el salario de mi musa al mío, es suficiente para sostener a nuestras fierecillas. Así que hago otro tipo de trabajos durante las noches, y no se trata de irme a parar en algún cruce o alguna esquina.
En las noches, además de ver series de televisión y escribir en el blog, traduzco y freelanceo. Hace un par de semanas terminé de traducir un libro de un astrólogo italiano. Fue un periodo de relativa bonanza porque estuve entregando bloques de 4mil palabras semanales, y mi tarifa de traducción es de 10 centavos de dólar por palabra. Tabién me encargaron alguna que otra correcciones, modificaciones y mejoras a un par de páginas web que hice hace un par de años; aunque, por desgracia, como suele suceder en estos casos, terminé lo de los sitios web, acabé el libro, y dejé de percibir esos tan necesarios ingresos extra.
Pero hice bien lo que hice, mi trabajo fue apreciado y considerado bueno, al igual que mi actitud de servicio, así que me acaban de entregar otro libro que traducir, y los chavos de las páginas de internet ya me recomendaron con algunos de sus amigos y ahora gente que hasta ayer no conocía ha solicitado mis servicios. Y claro, ya les coticé, y ya empecé a resolver sus problemas. Estoy contento de esto que acaba de pasar, en primer lugar porque tendré ese extra que nos permite, a mi musa y a mí, de repente comprarnos un trozo de queso parmesano, o una botellita de vino, o quizá hasta ir a comer a un restaurant mientras alguna de mis cuñadas nos cuidan a los niños. Supongo que el libro me durará unos cuatro o cinco meses, y espero seguir siendo recomendado en cuestiones técnicas, de modo que en el futuro inmediato, si conservo mi empleo (y no tengo intenciones de perderlo), la cosa no se ve tan negra (a pesar de lo que dice Chico Buarque en "Querido Amigo").
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