Ha habido una serie de situaciones y eventos que mi amada y yo hemos disfrutado muchísimo. Tanto que nos hubiera gustado registrar el momento de diversos modos: grabando audio, tomando fotos, o incluso haciendo algún video de lo disfrutado. Pero nos hemos atarugado al salir de casa, olvidando el equipo necesario para inmortalizar tales instantes. Peor aún, desde que D tiene celular nuevo siempre hemos llevado los instrumentos requeridos con nosotros, sin recordarlo ni actuar en consecuencia mientras pasa el tiempo disfrutado. Por lo que nos propusimos como propósito de febrero nuevo, llevar y recordarnos constantemente que tenemos con nosotros lo que hace falta para registrar nuestras andanzas: usar la tecnología que de por sí cargamos.
Por otro lado, aquellos momentos que disfrutamos infinitamente pero que sólo guardamos en la memoria mental, adquieren a veces proporciones retrospectivas míticas. Creo que por toda la emoción que estábamos sintiendo, mi musa y yo, recordamos que nos dijimos cosas hermosas el primer día que nos vimos, y no lo pongo en duda ahora ni mucho menos, pero estoy seguro que si pudiera oir el diálogo de hace dos años, descubriría muchos errores y muletillas en mi habla, una mayoría de momentos de franca estupidez y titubeo, y alguna que otra oración rescatablemente agraciada, que probablemente fue simultaneamente flecha de cupido. Tal vez por ello sea que se graba lo ensayado en lugar de lo cotidiano. ¿Lograremos recordar y sacar los instrumentos durante los momentos mágicos? He ahí el dilema...
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