29 de febrero de 2008

Del miedo al odio al lado oscuro

Mi hermana me regaló un libraco enorme de un desconocido evidentemente francés: Jean Delumeau. Claro, desconocido para mi ignorante persona, porque es un reconocido historiador especializado en el cristianismo. El miedo en occidente, salió en 1978, acotado a los paises europeos en el periodo entre los siglos XIII y XVII, habla de todas las manifestaciones registradas del miedo.

La primera parte empieza con miedos generales: al mar, a lo lejano y lo próximo, a los maleficios, a los aparecidos, y a la noche. Luego se clava en el miedo a la peste, y el miedo durante la peste. Concluye con el miedo a las sediciones y revueltas. En la segunda parte, haciendo uso de cientas de citas de la época, comenta acerca del miedo al castigo divino y al fin del mundo, y más adelante, el miedo a Satán y sus agentes (idólatras, musulmanes, judios, mujeres y brujas).

A lo largo de toda su exposición se entiende que el miedo de los simples permea hacia arriba entre las capas sociales, y se manifiesta de regreso en forma de odio, satanización y represión de lo desconocido. ¿El hombre (con poder) no logra entender a la mujer?, entonces estas deben ser inferiores y hasta malévolas, hay que cuidarse de ellas, son brujas seductoras al servicio del diablo a las que hay que apalear como animales de carga, etc. ¿Qué produjo todo ese miedo/odio?: las carnicerías de la santísima inquisición. Gracias sean dadas al Señor.

El libro es bueno, el autor una eminencia y se entiende que ha navegado el pergamino. Hasta participó en una obra con Umberto Eco y otros dos historiadores (Conversations About the End of Time). El problema es que seicientas cuarenta páginas de documentos medievales con supersticiones, prevenciones, juicios, prejuicios y condenas de lo incomprendido, me parecieron demasiadas, pero yo no soy un entusiasta ni un estudioso de esa época, y si lo fuera mi tema serían los descubrimientos científicos u obras de alguna de las turas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Este post te quedó chingón.