Esta navidad Loana y Lucas recibieron una tremenda juguetiza. Lo cual es un problema porque ya de por sí el cuarto donde teníamos todos los juguetes lo tuvimos que desalojar y sacar cientos de juguetes y mandarlos al cuarto de servicio. La cosa es que ser dos niños extra-carismáticos y tener ocho tíos adoradores por un lado, y abuelos paternos súper generosos, reditúa en mantener el stock de juguetes totalmente lleno permanentemente.
Nada más para dar un ejemplo, tanto los abuelos maternos como los paternos le regalaron a Loana una Barbie; dos más a la ya de por sí abundante colección. Pero además también recibió otras dos muñecas, una mochila, libritos, un little pony, entre no sé qué tanto más. No me queda duda de que, aunque mi musa y yo estemos muy (pero muy) lejos de ser ricos, nuestros hijos sí son ricos. No sólo en cuanto a pertenencias y juguetes, sino también en cuanto a afecto y gente que los ama. Esa riqueza de nuestros pequeños me llena de agradecimiento. para con mis cuñadas y cuñados y suegros y mis papás y todos aquellos que están al pendiente de mis chamaquines que han sido colmados de bendiciones.
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