Me fascina que Lucas, ahora que ya aprendió a caminar, no se deje dirigir hacia ningún lado, es más, si siente que lo estás llevando te retira la mano; la sacude, y se va hacia donde él quiere. Si no lo sueltas, se tira al piso, grita, demuestra su enojo y su frustración de la manera más explícita que puede. Es deliciosa su independencia, aunque uno debe siempre estar detrás de él porque, como está chiquitito y todavía su deambular es torpe y titubeante, puede caerse en cualquier momento y acabar dándose un cocote. O si estamos en un lugar público, puede pasar algún despistado y atropellarlo (cosa que le pasó el 31 en casa de sus abuelos: salió disparado de la cocina hacia la sala, y alguien bajó las escaleras sin fijarse y Lucas salió volando).
Siempre con respecto a Lucas hace un par de días llevé a cabo un experimento con el que se desea demostrar que nuestra especie tiene la generosidad y el altruismo gravados en los genes. El experimento consiste de dejar caer un objeto aparentemente por accidente, y luego hacer como que lo quiero alcanzar sin lograrlo; pues Lucas, como lo describe el relato, fue por lo que "se me había caído", lo levantó y me lo entregó todas las veces que fingí necesitarlo pero no poder alcanzarlo. Es decir que mi changuito es empático con mis necesidades, y si ayudarme está a su alcance lo hace sin buscar ningún otro beneficio. Me enterneció muchísimo que funcionara todas las veces. Por otra parte, si finjo necesitar algo con lo que él está jugando no cede, en ese momento es su juguete, y no lo entrega por nada del mundo.
Loana por su parte tiene cada vez más papitis, y juega conmigo, y me abraza, y acusa a su mamá cuando esta última hace una fechoría, etc.
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