Tres días antes de salir de vacaciones tuve una junta con el director del área para entregarle un desarrollo que me había encargado. Fue una mejora a un sitio que ya existía, o bueno, una reestructuración bastante radical. Como sea, le mostré todos los cambios y las características y mejoras, y fue haciendo una lista de los detalles que veía que no le latían, y de las mejoras sobre las mejoras que tenía que hacer. Al final de la reunión, la lista contaba ya con como 15 pendientes, que por supuesto tenía que entregar antes de irme. Pues bien, en la tarde de mi último día había concluido todas las mejoras solicitadas por mi director, excepto por una. Pero en estos días he estado pensando cómo voy a resolver ese pendiente, y creo que ya lo tengo, y que cuando regrese, en un par de horas estará resuelto; con lo que, ese mismo día por la tarde podré demostrar el sitio web ya listo. No me gustó haberme ido sin resolver ese detalle, pero en los últimos 4 días había resuelto otros 14 así que tampoco me fui sintiéndome tan insatisfecho. Por otro lado, soy totalmente enemigo de esas costumbres bárbaras y desgastantes de quedarme hasta la media noche para resolver broncas que no pude resolver en mi horario laboral normal. No sólo son prácticas que desprecio minuciosamente, sino que de momento, y con los niños tan chicos, es indispensable mi presencia en casa a partir de cierta hora para atenderlos y cuidarlos junto con mi amada.
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