Me aferro a una idea. Garantizar mi contenido (y de poderse, incluso in absentia). Para lo cual hay dos caminos: un compromiso ferreo toda la vida (como el Astillero de La jornada), con algunos breves periodos de vacaciones y fines de semana; o un compromiso sobrehumano por algunos meses, para "ahorrar" algunas cuantas decenas de textos que ir sacándo poco a poco, y tomármelo con más calma manteniendo el stock, y con más tiempo planificar mejor.
El primer camino tiene serios inconvenientes, sobre todo cuando no me pagan por hacer esta actividad, por lo que no estoy justificado socialmente a faltar a los compromisos (mientras que ya se sabe, que por otro lado por el trabajo...). Si en una de esas me enfermo o me accidento, si quiero irme de parranda, o si se me antoja salir a cenar con mi amada, el blog corre riesgo de no salir. Hasta hoy he seguido publicando diariamente, gracias al esfuerzo desvelado y la comprensión y complicidad de mi musa. Además este modelo es mejor sólo si voy a hablar de la actualidad, de lo de hoy, de las novedades.
El segundo camino se ha demostrado dificil de llevar a cabo, cualquier "ahorro" ha sido prácticamente inmantenible por los hábitos que actualmente tengo. Por eso he tratado de "facilitarme" la labor por medio de la agenda y las categorías (sin demasiado éxito), y cada vez lo complico más, pero son nuevos andamios que bien podrían servir. La planificación sólo es inútil cuando no se la acompaña de ninguna acción, o cuando el objetivo es imposible, o cuando todo se viene abajo, o... Bueno, la planificación puede serme útil. Tal vez también hable de mi actualidad, aunque en diferido.
¿Por qué esa idea fija a la que me aferro?, ¿son supersticiones? El humano, único animal que usa amuletos, dicen por ahí.
1 comentario:
Es curioso cómo una buena parte de tus posts tratan sobre cómo tener muchos posts.
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