26 de junio de 2008

Calaveras cristalinas

Indiana Jones y el reino de la calavera de cristal es una perfecta mierda. Le dio en la madre a toda mi memoria del héroe aventurero de látigo y sombrero. Empieza justificando la xenofobia McCartista de los cincuentas con una misión rusa exitosa en una base militar gringa de alta seguridad. Escena que concluye con un Indiana Jones disparado (dentro de un refrigerador) a kilómetros de distancia y velocidad supersónica por una explosión nuclear, tras la cual el "arqueólogo" sale caminando, aunque eso sí, tambaléandose.

Poco después es abordado por un muchacho que clama ser hijo de una vieja conocida de Jones, y sale una historia incomprensible basada en una supuesta leyenda inca, donde también entra 'El dorado' y una calavera de cristal (que de ser regresada a su dueño concedería el poder absoluto al benefactor), en todo esto están involucrados los rusos siempre, son los proveedores de equipo, armas, oponentes malencarados pero fáciles de vencer (aunque algunos no tanto); hay aún otra persecución, tras la cual Indiana y el joven vuelan a Perú para vivir más aventuras, tiroteos, marabunta, golpes, cataratas, intrepidez, nativos salvajes, y finalmente aliens. Todo sazonado de rusos abundantísimos y torpes pero tenaces.

Al final los aliens se encargan de los rusos restantes, destruyen un sitio arquelógico y en su espectacular despegue hacia el espacio crean un lago. Los personajes principales gringos ven, desde una cima bastante lejana como para haber tenido tiempo de llegar hasta allá durante la salida de la nave, el cambio geológico provocado. Un poco moreteados y sucios, dicen algunas frases cliché de final, y si bien están en medio de la selva, sin vehículo ni provisiones, se ponen a caminar con la confianza del que ya superó lo peor y empiezan a salir los créditos sobre el paisaje... Ah, se me olvidaba, el chavo, es hijo de Indiana Jones, nada predecible.

Ni siquiera la de La última cruzada se salva, todo Indiana Jones se va a la verga. Me entristece porque es parte de mi infancia-pubertad-adolescencia y hasta hace poco no me avergonzaba de mi temprana afición a sus películas. Y no porque alguien vaya a decirme algo, sino por mí, que güey estaba me cai. (¿y ahora no? me dice con tono burlón mi musa)

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