En el 2001 empecé a trabajar en el turno nocturno, de 22 a 06 horas, en un call center de AeroMéxico, mi organismo se reguló para que me fuera más fácil permanecer despierto. Puedo alargar la vigilia por muchísimo tiempo si es necesario. La contraparte fue que una vez dormido, también permanezco dormido. Sigo dormido incluso una hora después de haberme levantado, y si durante ese lapso me recuesto aunque sea ligeramente, vuelvo al sueño irremediablemente. Mientras mi entrada fuera a las diez de la noche no había problemas, porque aunque me levantara a las siete de la tarde tenía tiempo de sobra. Los problemas iniciaron cuando dejé de trabajar en esa empresa, y empecé a hacerlo en Picnic. Llegar a las doce del día al lugar que todos entran a las nueve es algo incómodo.
Sin embargo en Picnic era más como una casa abierta, llegaba al medio día pero también me iba a la media noche, y en fechas de impresión y envío a suscriptores incluso mucho más tarde, así que no había más reclamos de los necesarios por parte de la jefa. Fueron dos dulces años de mucho aprendizaje, creatividad y libertad, que acabaron abruptamente por un pleito entre la directora y el "inversionista" (yo lo llamaría más apropiadamente mecenas).
Una semana antes de la desbandada general, y sin haber recibido mi paga del último mes, se presentó la oportunidad de trabajar a dos cuadras de mi casa pero entrar ahora sí de verdad a las nueve de la mañana. Si checaran los horarios de entrada como lo hacían en AeroMéxico mi puntualidad estaría por debajo del 20%, aunque desde mi punto de vista ya casi soy un ser humano normal, es decir, ya llego poco antes de las diez, igual que casi todos los demás.
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