Cuando empecé a bloggear no me imaginaba el compromiso que estaba adquiriendo. La cosa era usar una plataforma para ejercitarme en el arte del encadenamiento de letras en palabras, de palabras en oraciones y de oraciones en párrafos, con algún hilo conductor dos-tres coherente. Sin embargo me fui aficionando y ahora no soy libre ni una noche. A cierta tardía hora, todos los días me siento frente al ordenador a llenar la pantalla de las ya famosas perras negras. Ya sea porque algún día pensé que si se trataba de la web se requería de ritmo constante, ya porque en otro momento decidí que tenía que salir un post mío diario, o ahora que me ilusiono con adelantar algunos textos (que de nada me servirían si hoy no logro mantener la ventaja...), etc.
Este es un movimiento autopoiético, como esa angustia común por no tener dinero, que lleva al estrés de la sobrecarga laboral y los objetivos por cumplir, que a su vez lleva a la angustia por no tener tiempo para darle sentido al dinero obtenido con el estrés de la frente, o la pérdida de la tan aclamada calma, si es que alguna vez se tuvo. Corretéandonos la cola como perros. Nuestros juegos convertidos en caminos que no llevan a ninguna parte. ¿Parte? A ninguna parte, lo que quiero es tal vez jugar los juegos que yo elija (como el que efectúo en este espacio) para amenizarme el tránsito a la nada, desvirgada (pero nunca anulada) por cada ser humano que de verdad usa la cabeza.
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