5 de junio de 2008

La edad de los achaques

Mi musa y yo vamos a un dentista carísimo de Polancou, nos atiende los sábados, es muy amable y tranquilo, y es de mano tan suave que, a diferencia de experiencias anteriores da, si no gusto al menos confianza ser atendido casi sin dolor. Un dolor perfectamente tolerable y propio de su trabajo, que además hace sin tacha.

En cuanto mi amada termine su tratamiento agendaremos la siguiente visita. Llevábamos dos años de no ir y dejamos que los dientes se nos descompusieran bastantito. Pero ahora, ya que sabemos que dejamos de ser niños físicamente, empezaremos aunque sea por los dientes a darle mantenimiento periódico a nuestros organismos. Eso además de mejorar la alimentación, beber más agua, y eventualmente dejar de fumar podría representar la diferencia entre una vejez llevadera y una sufrida.

Últimamente la alternancia de mi ser en los tiempos imaginarios de la vida es mucha. Yo, que normalmente insisto en que hay que vivir en el presente y disfrutarlo, cosa que por lo general hago y de hecho casi nunca me permito fantasías futuristas, me he sorprendido más seguido que de costumbre haciendo visualizaciones de mi ser en unos cuantos años. Antes mis divagaciones eran sumamente apocalípticas y cínicas, ahora la mayor parte de las veces me veo de manera tranquila y armoniosa, pero algunos constantes dolores corporales me turbian la escena, de ahí las preocupaciones del párrafo anterior. Supongo que es la paulatina entrada a la edad de los achaques: hace una semana Óscar quedó incapacitado por una contractura de la espalda, le dijeron que la tiene como de alguien de una década mayor a su edad... Vertiginoso, de montaña rusa, es empezar a ver el declive hacia el no ser.

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