15 de febrero de 2010

Civismo carretero mexicano

Tal vez el nivel de incivilidad sea similar entre todos los automovilistas del mundo, pero según recuerdo en Francia e Italia a los aspirantes a manejar un vehículo motorizado se les da un curso de dos meses antes de entregarles una licencia de manejo, para la cual además es indispensable pasar un examen teórico y otro pŕactico, y en caso de ser reprobados el aspirante debe esperar al menos dos meses más antes de inscribirse nuevamente al curso de dos meses (que por cierto, cuesta un ojo de la cara); lo que hace que en dichos países la obtención del permiso legal para estar frente a un volante sea un evento digno de festejo; y que el obedecer las reglas para que no le quiten a uno la licencia sea tomado con suficiente seriedad.

La cosa es que las reglas de manejo en mi país no están escritas y tienen que ver con chingar y ser chingado, como la mayoría de las actividades sociales, de hecho. Por ejemplo, si el coche X va detrás de un auto Y en una avenida, y descuida la distancia y algún otro vehículo Z se mete entre X y Y; Z se acaba de chingar a X. X puede ponerse furioso, dar de brincos, echar las luces, tocar el claxon, o hasta intentar represalias más severas, pero esas son sólo muestras de ser un mal perdedor después de haber sido un mal conductor; porque X tenía que cuidar que nadie se le metiera acercándose a milímetros de Y.

La industria automotriz es internacional y por eso en todos los paises los coches tienen direccionales. Pero en México no deben de usarse. Si X comete el error de avisar que pretende cambiar de carril lo más probable es que los coches A, B y C (y todos los demás) que tiene al lado al que quiere ir se peguen entre sí lo más posible para impedirle el paso. En México para cambiar de carril hay que acechar el descuido de algún mal conductor que por error deje dos metros entre su cofre y la cajuela del que le precede y echar la lámina agresivamente con un volantazo de modo que el sorprendido mal conductor deba frenar y ceder el espacio si no quiere abollar su automóvil.

El conductor perfecto de este país es aquel que nunca deja que se lo chinguen (que se le meta alguien) para lo cual siempre va pegado al coche de enfrente, y el que siempre que quiere cambiar de carril se chinga a alguien (se le mete a otro) de modo que arriesga a sus pasajeros cada que se mueve lateralmente mientras maneja.

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