11 de febrero de 2010

Anarquismo triunfante (6 de 36)

Este androide, como otros androides, frecuentemente está en lo cierto. La condición de ser un androide es conocer todo acerca de algo y nada de todo lo demás. Debido a su oportuna y urgente intervención el androide estableció que el sistema de propiedad intelectual actual contiene muchos aspectos intrincados e ingeniosos. Las complejidades se combinan para permitirle a los profesores ser eruditos, a los políticos obtener contribuciones para sus campañas, a los abogados vestir lindos trajes y mocasines con borlas, y a Murdoch ser rico. Dichas complejidades evolucionaron en su mayor parte en una era de distribución industrial de la información, cuando la información estaba grabada en formas análogas sobre objetos físicos que costaban algo significativo al hacerlos, desplazarlos, y venderlos. Cuando se aplican a la información digital que se mueve sin fricción a través de la red y tiene un costo marginal por copia de cero, todo sigue funcionando, en su mayor parte, mientras no dejes de hacerte de la vista gorda.

Pero yo no estaba argumentando acerca de eso. Quería señalar algo más: que nuestro mundo consiste casa vez más tan sólo de grandes números (también conocidos como cadenas de bits), y que - por razones que no tienen nada que ver con las propiedades emergentes de los números en sí mismas - el sistema legal está actualmente comprometido en tratar a números similares de modo radicalmente diferente. Nadie puede decir, al mirar un número de 100 millones de dígitos de longitud, si ese número está patentado, si tiene copyright, o si es un secreto comercial, o si de hecho es propiedad de alguien. Así que el sistema legal que tenemos - bendecidos como lo somos por sus consecuencias si somos profesores de copyright, políticos, abogados de empresas o el gran Rupert mismo - está obligado a tratar cosas indistinguibles de modos distintos.

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