13 de febrero de 2010

Parecon - Parte 1 (36 de 48)

Incluso más allá de simples ineficiencias, si las formas de interacción que son incitadas resultan mezquinas y hostiles y las formas de interacción que son desalentadas resultan respetuosas y empáticas, los efectos negativos en las relaciones humanas serán profundos.

En efecto, los defensores de los mercados nos dicen: "Ustedes no pueden coordinar cooperativamente y concientemente sus actividades económicas de manera sensata, así que ni siquiera lo intenten. Ustedes no pueden orquestrar eficientemente un grupo de tareas inter-relacionadas a la luz de las necesidades humanas compartidas de la gente, así que ni siquiera lo intenten. Ustedes no pueden llegar a arreglos equitativos entre ustedes mismos, así que ni lo intenten. Sólo agradezcanle a su buena estrella que incluso una especie tan socialmente desafiada como ustedes mismos aún puede beneficiarse de una división laboral gracias al milagro del sistema de mercado dentro del cual ustedes pueden funcionar como codiciosos, no cooperativos, competitivos, y aislados átomos, pero aún pueden obtener resultados sociales. Los mercados son un voto de desconfianza respecto de las capacidades sociales de la especie humana."

Pero por si ese mensaje diario no fuera suficiente desaliento, los mercados mobilizan nuestras capacidades creativas y nuestras energías en gran medida arreglándoselas para que otras personas amenacen nuestros medios de vida y sobornándonos con la tentación de lujos más allá de lo que otros puedan tener y más allá de lo que sabemos que nos merecemos. Los mercados nutren las peores formas de individualismo y egoismo. Y para rematar su agenda antisocial, los mercados recompensan generosamente a aquellos que son más despiadados y adeptos a tomar ventajas de sus semejantes, y penalizan a quienes insisten en seguir la regla dorada. Por supuesto, se nos dice que podemos beneficiarnos personalmente en un sistema de mercado proveyendo servicios a los otros. Pero también sabemos que generalmente podemos beneficiarnos mucho más fácilmente engañando a los demás. La preocupación mútua, la empatía, y la solidaridad tienen poca o ninguna utilidad en las economías de mercado, por lo que se atrofian.

¿Por que es que los mercados obstaculizan la solidaridad? Para que los trabajadores evaluaran exhaustivamente sus labores tendrían que saber los factores humanos y sociales así como materiales que están incluidos en los insumos que usan además de las consecuencias humanas y sociales que sus productos posibilitan. Pero la única información que los mercados proveen, con o sin propiedad privada, son los precios de los bienes de consumo que las personas intercambian. Incluso si esos precios reflejaran con precisión todos los factores humanos y sociales escondidos detrás de las transacciones humanas, lo cual sin duda no hacen, los productores y consumidores seguirían sin poder ajustar sus actividades a la luz de un entendimiento conciente de sus relaciones con otros productores y consumidores porque carecerían de la información cualitativa para hacerlo, y todavía tendrían que competir. Esto quiere decir que los mercados no proveen la información cualitativa necesaria para que los productores juzguen como es que sus actividades afectan a los consumidores, o viceversa. La ausencia de información respecto de los efectos concretos de mis actividades sobre otros me deja pocas elecciones además de examinar exclusivamente mi propia situación. El hecho que marca la brecha entre compradores y vendedores --unos tratando de comprar barato y los otros de vender caro-- significa que la ausencia de información no causa agravios. Más bien, todos los actores económicos están obligados a ser antisociales y a carecer de los medios para actuar de otro modo, sea como sea.

Esto es, la ausencia de información cualitativa concreta y el oscurecimiento de los lazos y conexiones sociales en las economías de mercado hacen difícil la cooperación, mientras que las presiones competitivas hacen a la cooperación irracional. Ni los compradores ni los vendedores pueden permitirse respetar la situación del otro. No sólo la información relevante no está disponible, la solidaridad es contraproducente. Quienes contaminan deben intentar esconder sus infracciones, ya que pagar un impuesto por contaminar o modernizar sus equipos reduciría sus ganancias. Incluso si un productor en una industria no se comportara egocéntricamente, otros lo harán. Si los altruistas persisten en comportamientos socialmente responsables serán ultimadamente sacados del negocio por las molestias que se tomaron, mientras los egoistas escalan a las posiciones prominentes. La competencia del mercado aplasta la solidaridad sin importar las relaciones de propiedad que la circunden.

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