6 de febrero de 2010

Papá barco ¿e hija barquita?

La sonrisa de Loana me tiene completamente enamorado. Ayer se quedó sola conmigo toda la tarde y no dejaba de platicarme en su lengua bebé, la cual para cuando finalmente pueda yo entenderla y hablarla ya no me servirá de nada. La dinámica es la siguiente: si estoy frente a ella, poniéndole atención, suele usar sonrisas coquetas y soniditos suaves y divertidos con los que responde a los sonidos que yo hago al hablar o imitarla. Claro que si tiene hambre o se hizo pipí o ya está incómoda por todo el tiempo que lleva en la misma posición o ya está aburrida, hace un puchero hermosísimo y al poco rato empieza un drama que no finaliza cuando se cubre la necesidad que tenía, por lo que es mejor detectar lo que la inquieta y resolverlo antes del drama. Ahora bien, si no estoy frente a ella o no le pongo atención, también protesta, sus gritos ya no son suaves sino secos, autoritarios, y empieza a fruncir el ceñito y es irresistible y termino apagando la tele o dejando lo que esté haciendo para atender a mi princesita. Ya me veo en unos años de papá barco que se levanta a traerle cosas que pida de la cocina aunque bien podría ir por ellas ella misma. Ni modo, si sigue sonriéndome así seguirá derritiéndome y me esclavizará dulcemente mientras crece, mi tiranuela adorada.

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