6 de octubre de 2010

Con ser fumador pasivo tengo

El próximo domingo cumplo seis semanas sin fumar. No sé como reaccionaría mi cuerpo a estas alturas si me fumara un cigarrillo; seguro me marearía, la boca se me secaría, y a medio cigarro si no es que antes lo apagaría por la nausea... O tal vez no, tal vez lo disfrutaría. El hecho es que sin que se me antoje y sin que añore mi hábito de fumador activo, cuando por la calle me llega el aroma generado por algún fumador circundante, me gusta cómo huele. Cuando mi amada se va a la cocina a echarse su cigarrito de la tarde o la noche, y regresa apestando a tabaco, también me gusta el olor, aunque ya a estas alturas lo preferiría más suave, menos intenso. Por otro lado, el olor a fumadas del día que se queda impregnado en la ropa que fue usada por mi musa ya no me gusta. Cómo sea me siento bastante más en control y creo que a fin de cuentas dejar el cigarro no es fue difícil, y que ahora ya es de bajada.

Por otro lado, la dejada de fumar me ha dado muchísimas ansias, así que creo que he subido algunos kilos más (¿más?)... No que me preocupe muchísimo mi imagen, pero sí me preocupa mi salud, tengo las uñas de los pulgares de los pies ahí todas enterradas, no puedo subir tres pisos de escaleras sin terminar jadeando, etc. Así que muy probablemente una vez que pasen ocho semanas después de haber dejado el tabaquismo, también me ponga a Dieta. Para lo cual contactaré a la nutrióloga de la cual me dio datos el buen Chocos.

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