Pero tal vez esto sea prematuro. He estado hablando sólo de software. Software real, del tipo viejo, del que hace funcionar computadoras. No como el software que hace funcionar reproductores de DVD, o del tipo hecho por The Grateful Dead. Oh sí, los Grateful Dead. Había algo raro con ellos, ¿o no?, No prohibían que se grabara en sus conciertos. No les importaba si sus fans irritaban a la industria disquera. Parecen haberla hecho bien, sin embargo, deben admitirlo. El senador Patrick Leahi, ¿No es un ex fan de los Grateful Dead? Me pregunto si votará para extender los términos de la autoría corporativa a 125 años para que Disney no pierda a su ratón en 2004. Y esos reproductores de DVD - son computadoras, ¿no es así?
En la sociedad digital, todo está conectado. No podemos depender a la larga de distinguir una cadena de bits de otra para saber qué reglas aplicar. Lo que le pasó al software ya le está pasando tambíen a la música. Los señoríos de la industria disquera están batallando salvajemente para retener el control de la distribución, al tiempo que tanto los músicos como los espectadores se dan cuenta de que la gente de enmedio ya no es necesaria. El gran pueblo Potemkin de 1999, la llamada Iniciativa de la música digital segura, se habrá colapsado mucho antes de que el primer presidente de internet empiece su mandato, por simples razones técnicas tan obvias para los que sabemos como aquellas que dictaron el triunfo del software libre [30]. La revolución anarquista en la música es diferente de la del software sin más. pero ahí también --como cualquier adolescente con una colección de MP3 de música lanzada directamente por artistas independientes puede decir-- la teoría ha sido liquidada por los hechos. Ya seas Mick Yagger, o un gran artista nacional del tercer mundo buscando una audiencia global, o un improvisado de zótano que está reinventando la música, la industria disquera pronto no tendrá nada que ofrecerte que no puedas obtener mejor de forma gratuita. Y la música no suena peor cuando se distribuye gratuitamente, págale lo que quieras directamente al artista, y no pagues nada si no quieres. Dáselo a tus amigos; podría gustarles.
30. Ver "Están tocando nuestra canción: el día que la industria disquera murió", en el próximo a salir: La barbacoa invisible.
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