Hoy es el cumpleaño de Loana, será el único en singular, y a partir de los dos años ya será cumpleaños, en plural. No sé si se lo festejaremos también hoy mismo, porque son las cinco y media de la madrugada y yo sigo acá, programando..., así que estaré super cansado cuando vuelva del trabajo y probablemente me eche a dormir.
Sin embargo eso no es tan grave, porque mañana sábado será su fiesta en casa de sus abuelitos, en grande, y mi musa le ha preparado muchos agasajos y sorpresas a nuestra pequeña. Tal vez no entienda que es su fiesta, ni que cumple un año, y esté molesta por algún diente que le viene saliendo, pero nosotros no podíamos dejar pasar la ocasión para tirar la casa por la ventana y hacer un pachangón infantil de miedo (acorde a la temporada).
Un año. Se pasó volando. Qué vértigo, mi beba empezará a ser una infanta, mientras deja de ser beba. Luego será una niña, luego una puberta, luego una adolescente que nos odiará a su mamá y a mí, y luego finalmente una adulta que se irá de casa y nos dejará con una experiencia dulce y amarga y de todos los sabores... Pero me anticipo. Un año. Un añote. Hace un año a las siete de la noche, un jueves 29 de noviembre, nació Loana y desde entonces mi vida cambió por completo para siempre.
Le decía a mi musa alguna vez que nuestra hija venía a cambiar el mundo, tal vez no drástica o radicalmente, quizá con un poema, con una melodía, o con algún cuento, o con su simple presencia, y que aunque fuera algo insignificante era un añadido y por lo tanto un cambio al mundo. En realidad estaba quedándome corto, giró 180° mi mundo, y se volvió cúbico y piramidal y de colores y con texturas. Amo a mi pequeña, y amo a su mamá, infinitamente.
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