El primero de enero, antes de ir al recalentado en casa de mis suegros me rasuré el toothbrush moustache, o mostacho de cepillo dental, o chaplinesco, o hitlerino, o Moshe-Sharettino. Me lo dejé casi accidentalmente, un día de finales de noviembre que me bañaba y recibí a Loana para darle un regaderazo a ella también; había estado rasurándome de afuera hacia dentro, jugando, y cuando llegó mi amada con mi beba dejé de rasurarme para bañarla, cuando terminé la rutina de aseo me salí de la regadera y media hora después me percaté que seguía teniendo pelos debajo de la nariz. Ya no quise agarrar el rastrillo otra vez, y pensé el plan macabro de escandalizar a la parentela y a los conocidos.
Yo sabía que la referencia cultural obligada era Hitler, pero siempre podía fingir demencia y alegar otras referencias, y tildar de mono-referenciales culturales a quienes me hitlerificaran. Poco a poco me di cuenta del poder que tiene un símbolo que ha sido bombardeado en cada posible ocasión desde las casas "creadoras" de contenido popular. Ese mostacho, según mi investigación, solía ser un signo anti-nobleza y anti-imperialista. En la época en que se empezó a usar en Europa, los reyes y emperadores usaban grandes barbas, o bigote largo hasta la patilla, o estilo imperial, como el que se le ve a Porfirio Díaz (ese gran eurófilo) en prácticamente todas las fotos. Así que el mostacho de cepillo dental fue una reacción popular, una especie de protesta de los desheredados y los pobres, un modo de distinción grupal respecto de los Señores (una auto-castración simbólica).
Que Hitler lo usara me parece muy probablemente una movida populista, porque en fotos de la primera guerra mundial aparece con su mostacho imperial. Se trató de una especie de guiño para con el electorado, de un: "soy del pueblo, no de la nobleza". Que luego lo satanizaran en Hollywood y lo volvieran símbolo exclusivo del diablo fue cosa posterior, prueba dello es que los primeros primeros ministros de Israel llevaron el mismo look de pelo facial que el del Fürer nazi que, por medio de todo el aparato militarizado a sus órdenes, mandó a los campos de exterminio a millones de personas.
De hecho, para suavizar el look, me dejé también el pedazo de barba que sale debajo del labio inferior, para parecerme según yo, más a James Joyce que al azote germano de la segunda guerra mundial, el problema es que nadie sabe quien era Joyce, y de los que medio saben nadie ha visto fotos. De modo que, aunque mi apariencia era más bien sincrética: greña hippiosa, lentes modernos, bigote de toothbrush, pelos sub-labiales joyceanos, barba de tres días, y ropa informal, la mayoría de quienes me veían expresaban inmediatamente y en primer lugar el apellido de "Adolfo el terrible".
Tras rasurarme el primer día del año, le dije a mi musa que a continuación haría lo contrario, dejaría sin pelo la parte inmediatamente debajo de mi nariz, pero me dejaría crecer los extremos, a los lados de la boca, al puro estilo Cantinflas, y de lograr un largo adecuado, al estilo Ming, el villano de Flash Gordon. Ella meneó la cabeza reprobando mi idea. "Ash, lo único que quieres es llamar la atención", me dijo, enfriando así mis ganas de escandalizar (o divertir) a los que me rodean.
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