26 de febrero de 2011

Para hacer una omelette con queso

Se necesitan básicamente cuatro ingredientes. huevo, queso, aceite y sal. Se necesitan también algunos instrumentos básicos de cocina, una sartén, una palita, una estufa y se necesita que fluya y se encienda un insumo estratégico, el gas, sin el cual la estufa no funciona, y todo lo anterior es inútil. Para tenerlo todo, desde el gas hasta el huevo, es necesario tener dinero y comprar cada cosa, el gas se pide a domicilio pero todo lo demás hay que saber donde conseguirlo con la calidad suficiente. Excepto por el gas, los ingredientes suelen comprarse en el mercado y los instrumentos en el súper o en alguna tienda especializada. Para cada cosa hay que elegir personalmente los productos, revisar el precio y ver si está dentro de nuestras posibilidades económicas, tratar con el marchante, pagarle, recibir la mercancía y llevar lo recién adquirido a casa y guardarlo todo en el lugar que corresponda en espera de usarlo.

Pero saltémonos toda la logística, igual que en el párrafo anterior nos saltamos la otra logística, la que organiza la producción y distribución de los bienes usados en una omelette. La que desemboca en un marchante establecido en algún local, el cual trata de vender su mercancía. Esa que, para que llegue un huevo a la tiendita cría gallinas ponedoras, y luego las pone a poner, y luego empaca, etiqueta, llena camiones y entrega. Esa que organiza la producción de forraje para las gallinas en cuestión. Esa que, en otro post, mencioné que manda a un molino de carne a todos los pollitos machos porque no van a servir para poner huevos. Sí, saltémonos la crueldad y frialdad calculadoras y estratégicas que hacen que todo sea posible para tantos, saltémonos también la crueldad innecesaria, esa que no produce beneficios pero que se da de todos modos.

Concentrémonos a la omelette, que, como no puedo trasmitir por escrito el sabor ni el olor, me limitaré a exponer los pasos para prepararla: la táctica pues, ese momento culminante de todas las estrategias anteriores en las que no se debe pensar si de verdad se quiere disfrutar de la omelette. Así pues, se quiebran los huevos, y su contenido se bate enérgicamente en un recipiente, se le añade sal y si se quiere ser exótico un poco de pimienta (ingrediente que según cuentan, llegaba desde el medio oriente). Luego se echa el huevo sin su cáscara y pre-batido en una sartén caliente con aceite y se mantiene a fuego medio-bajo hasta que la superficie del huevo que está en contacto con la sartén se cueza por completo. A continuación hay que voltear el huevo, operación delicadísima que requiere de la mayor concentración del mundo y que sirve para que la parte cocida quede hacia arriba y la que estaba semi-cruda se termine de cocer. Sobre la parte pre-cocida se pone una hilera de queso en las cantidades que uno desee y se le enrolla al rededor el huevo. Se sirve bien caliente en un plato y ¡ñam!

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