Querer no es la actitud evaluativa fundamental porque tiene la estructura equivocada. Los quereres no son fundamentales. No están dados ni son inmutables. Siempre, hay razones de porqué tenemos los quereres y deseos que tenemos. Cuando damos razones para nuestros deseos, la explicación involucra generalmente una descripción de nuestras vidas emocionales.
Tal vez, entonces, las emociones, y no los quereres, son las actitudes evaluativas fundamentales y las guías adecuadas hacia el valor. Las emociones, a diferencia de los quereres y los deseos, tienen las estructuras adecuadas para ser guías hacia lo valioso:
En primer lugar, las emociones pueden dirigirse no sólo hacia el futuro, sino también hacia el pasado y al presente. Podemos temer, preocuparnos, o esperar eventos futuros. Del mismo modo, sin embargo, nos puede gustar, podemos disfrutar, odiar, o estar aburridos por el momento presente, y podemos apreciar, detestar o entristecernos por el pasado.
En segundo lugar, las emociones pueden ser dirigidas no sólo hacia eventos, actividades y estados de cosas, sino también a objetos, individuos y comunidades. Podemos preocuparnos por un evento futuro, igualmente, sin embargo, podemos admirar, temer, o estar asombrados por un objeto natural, podemos amar, adorar, admirar o despreciar a otra persona, y podemos sentirnos leales o ser embrutecidos por nuestras comunidades.
Nuestra búsqueda de sentido no es una búsqueda de algún propósito que dé sus frutos sólo en el futuro, sino de lo que importa inherentemente ahora. La ruta del deseo satisfecho, por razones escrutadas en los dos capítulos anteriores es la ruta equivocada. Debemos abandonar la idea de que nada, excepto obtener lo que queremos, nos llevará hacia una vida significativa. Obtener lo que queremos no es la fuente del sentido. Intentaremos, en cambio, una ruta que usa nuestras emociones como guías de lo que importa.
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