21 de mayo de 2008

Decisiones y fortuna

Una noche de la semana pasada, no recuerdo cual, vi El ciudadano kane de Orson Welles mientras mi musa dormía acariciada a mi lado. Es un melodramón de un hombre solitario que creía que podía comprarlo todo pero que al final de su vida añoraba la alegría perdida de su infancia con su familia y su trineo de nieve. Niño arrebatado de su entorno (entregado por su madre a un banquero) para recibir una "educación", como condición para heredar una fortuna fuera de toda proporción.

Empieza con la muerte del magnate (y su última palabra, rosebud), luego un corto "documental" en el que se habla de su vida y obra. Fue dueño de varios periódicos, hizo diversos intentos políticos fallidos, tuvo dos matrimonios fracasados y se autoexilió los últimos años en la gigamansión que se construyó: Xanadú. Tras la proyección del corto, se entiende que lo están armando y produciendo para algún homenaje póstumo, y el director (supongo) se encapricha con que el reportero investigue más a fondo al millonario. El objetivo: descubrir quién era rosebud, último vocablo pronunciado que sin duda debía ser una mujer.

El filme narra esa infructuosa investigación, en la que el reportero visita el archivo del banquero que educó a Kane y a aquellos quienes interactuaron cercanamente con él. Las historias son variadas, pero todos los testigos parecen convencidos del abuso de poder del personaje, así como de la convicción que tenía de que todo podía comprarse. Sin embargo, los actos narrados no son los de un granuja ambicioso, puesto que con sus periódicos perdía dinero de su fortuna para hablar con veracidad; ya que intentando lanzar a la fama a su segunda esposa cantante despilfarra otro tanto; y porque para llenar su giga-mansión de obras de arte, esculturas y juguetes, gasta el resto. Al final unos obreros están echando al fuego los bienes del difunto (yo me pregunto si tendría peste o qué), y entre las llamas aparece el trineo de su infancia con la inscripción rosebud, pista que nunca encontró el reportero, ahora perdida para siempre.

El dinero y las posesiones no hacen la felicidad, te dicen moralistas los que filmaron ese drama. Más le hubiera valido al ciudadano (según él mismo) seguir disfrutando de su alegre trineo y cariñosa familia que obtener todos los millones que lo corrompieron, amargaron, y alejaron de sus semejantes. Pero yo creo que lo que lo hizo quedarse solo fueron sus decisiones y acciones faltas de visión, más que su fortuna. Tal vez si hubiera recibido una educación mejor (no más cara) las cosas habrían sido diferentes, pero no, la culpa es del cochino dinero que todo lo ensucia el muy malvado.

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