12 de mayo de 2008

Película que nos rechazó

El viernes por la noche mi musa y yo intentamos ver Borat, una película en la que un actor inglés hace el papel del segundo mejor reportero de Kazajistán, que comisionado por su gobierno emprende un viaje por los E.U. para entrevistar a su gente y "aprender de ellos". El filme empieza con una presentación de la aldea natal de Borat que es un típico pueblo entre rural y sub-urbano tercermundista (lleno de basura, sin servicios, etc), y de su estrecho y sobrepoblado entorno familiar (su hermana es puta, su hermano retrasado mental, su esposa es un ogro super-celoso, sus vecinos metiches, etc).

Borat llega a los E.U. y no sólo no sabe usar los servicios de su cuarto de hotel, sino que universaliza sus creencias y costumbres al grado que intenta saludar de beso a todos los que se encuentra, incomodando a la mayoría de sus interlocutores, y exasperándolos con una actitud misericordiosa, imprudente y ofensiva al mismo tiempo, que dicho sea de paso, es la actitud que muchas veces tienen los norteamericanos cuando visitan otros paises.

Yo estaba cooperando ligeramente con el guión. De manera que cuando saca de quicio a las feministas me dio risa, y cuando se pone a preguntarle al vendedor de coches si le podían instalar un pussy-magnet al que él iba a comprar, así como cuando le menciona su miserable presupuesto. Pero volteaba a ver a mi amada de vez en cuando y la veía cada vez más ofendida así que mejor detuve la reproducción y conversamos un rato. A ella le malviajó mucho y hasta le empezó a doler la cabeza.

Después concluimos que es una especie de La India María, personaje campirano que llega a la ciudad y no sabe interactuar. Pero con la particular diferencia de que mientras en las películas que actúa María Elena Velasco de Eriche todo es producido según un guión y con actores profesionales, en Borat parece que los entrevistados de verdad creen que están con el reportero kasajo, esto es, no saben que es un actor tomándoles el pelo y lo toman en serio. Lo que le añade una dimensión como de cámara escondida, o de broma telefónica medio de mal gusto. Quizá la intente ver después yo sólo, pero quién sabe.

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