29 de enero de 2011

Otras prehistéricas sin rencores

No sé que tan buena idea haya sido publicar mi anécdota infantil traumática. Es cierto que durante mi infancia-pubertad-adolescencia tuve muchas experiencias dolorosas, como todo el mundo, pero, ¿por qué esa en particular me tiene aún molesto después de 25 años?, ¿qué hace que no haya podido superarlo?

Ejemplos de otras experiencias terribles: 1. Una vez tras una obra de teatro infantil, mi papá nos compró a mí y a mis primos unos avioncitos de unicel que se enganchaban a una liga y se disparaban a gran velocidad y distancia. Pues bien, en el camino de regreso, impaciente por usar mi aeroplano, me puse a dispararlo en el interior del coche desconcentrando a mi papá que conducía por una vía rápida. Entonces mi viejo me advirtió que no volviera a hacerlo o lo tiraría por la ventana. Me lo devolvieron, yo volví a dispararlo en el interior del vehículo, y él, en un arranque de furia irreflexivo lo aferró, abrió la ventanilla, y zas, que lo avienta al camino. Tal vez en añoranza de ese primer avioncito es que yo me enamoré tanto del segundo. Quien sabe. Lo que sí, es que por esa experiencia no guardo resentimiento. Tal vez porque sé que aunque mi papá actuó brutalmente mal (digo, siempre habrían podido confiscarlo), yo estaba buscándomela y la encontré.

2. Otra vez, ya en Francia, mi hermana y yo nos estábamos peleando por la posesión de un gatito, un cachorro recién adquirido un par de meses antes. El felino no la estaba pasando bien en nuestras garras, yo se lo arrebataba a Valeria, ella me lo volvía a quitar, y discutíamos, y cuando ella lo tenía yo le hacía maldades al animal para que la rasguñara o mordiera, y así llevábamos unos treinta minutos torturando a la pobre bestiolina hasta que mi mamá se hartó y nos lo quitó: "si no pueden compartir al gato se va de la casa", y lo arrojó hacia el balcón. El pobre animal, sintió el cambio de temperatura e intentó correr a meterse de nuevo, mi mamá mientras tanto había arrojado la puerta corrediza que daba al exterior para cerrarla, la cosa fue que la puerta no llegó a cerrarse porque antes le aplastó la cabeza al gatito... Lo llevamos al hospital de animales, donde estuvo en coma una semana antes de morir. Todos nos culpábamos los unos a los otros, pero si queríamos molestar profundamente a mi mamá la acusábamos de haber asesinado al animalito. En este episodio, igual, no hay resentimiento, lo mismo, estaba ahora sí que buscándole tres pies al gato y tuve parte de la responsabilidad.

3. Otra vez, ya de regreso en México, mi papá me compró una pistola de aire comprimido que disparaba postas de acero. Yo puse una botella de cerveza, creo, en el portón del hogar paterno para "practicar tiro", me alejé unos diez pasos hacia dentro de la casa, apunté hacia fuera, disparé, y rompí el cristal de la ventanilla al coche de mi padre que estaba estacionado justo enfrente de mi línea de tiro. Eso sin contar el riesgo si alguien, adulto o niño, se hubiera atravesado en ese instante. La regué es cierto, pero igual, a quién se le ocurre dejar a un niño de doce-trece años armado sin supervisión. Entré a avisarle a mi papá, el cual estaba viendo televisión. Salió corriendo, se asomó y vio el cristal hecho pedazos, y me agarró a golpes. La primera y única vez que me madreó, otras veces me había dado una bofetada o una nalgada, también contadas con los dedos una mano. Sé que se arrepintió, aunque nunca supo bien cómo disculparse, imaginémonos, un hombre rudo arrepintiéndose de actuar como actúan los hombres rudos. Igual, sin rencor, entiendo la situación, la circunstancia, los problemas y las preocupaciones que nublaron su juicio, etc.

Pero si en cada caso entiendo, sin justificar el entuerto, y ya no me duele, y ya lo dejé atrás, y ya no me estorba, ¿por qué no puedo entender y dejar ir esa avioneta de madera ultraligera que me rompieron en Montpellier? ¿Por qué no puedo entender a mi mamá y el compromiso que sentía para con sus huéspedes?, ¿Por qué no puedo entender la presión que sintió por parte de la madre del niño que lloraba a todo pulmón?, etc.

Tengo dos hipótesis: la primera es que en ese caso siento que yo no estaba haciendo nada malo, vamos, que no estaba buscándomela como en las otras ocasiones, y la desgracia me cayó encima como una caca de paloma; y la segunda, es que en realidad ese avión era una conexión simbólica con mi papá, el cual no estaba en Francia sino en México, y que el niño que rompió mi avioneta si tenía a su papá ahí.

Entonces, no fue que mi mamá permitiera una arbitrariedad cualquiera, sino que dejó, sin saberlo, que rompieran mi vínculo imaginario (el cual no estaba claro en ese entonces) con la figura paterna que yo a mi vez le envidiaba al pequeño que lo destrozó. Luego la vida hizo de las suyas, y le quitó cruelmente y definitivamente al papá a ese niño mientras que yo aún tengo al mío... Extraña catarsis, aquí en el blog, ya no siento resentimiento. Aquí está Loana, está mi musa, duermen apasiblemente en la habitación de al lado, hermosas, nuestras familias de origen viven, tengo trabajo, salud, y mucho que agradecerle al cosmos.

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