Esta última perspectiva me atrajo alguna vez. Sin embargo, ya no creo que esa respuesta simple pueda ser encontrada. Debemos enfrentar la posibilidad de que no haya Una Gran Cosa que sea el sentido de la vida. Nuestras búsquedas no tienen todas una, y sólo una meta. Las vidas pueden seguir siendo significativas sin serlo de una manera única. Las vidas pueden ser significativas de muchos modos.
En primer lugar no hay una sola meta --la libertad, el desarrollo personal, el placer, el deseo cumplido, la ausencia de sufrimiento, la beatitud contemplativa-- que deba ser la única meta que de verdad importe. En cambio podríamos encontrar una diversidad de sentidos, muchas metas dignas de las cuales ninguna es la única respuesta.
En segundo lugar, esas metas podrían no ser significativas por tan sólo una, razón uniforme. En cambio, los modos en que las personas, las cosas, y los sucesos proveen razones para nuestros objetivos pueden ser sumamente plurales. Algunas cosas pueden ser hermosas, y otras asombrosas. Algunas personas pueden ser admirables, y otras pueden ser dignas de tu amor.
En tercer lugar, el sentido puede no ser general, puede no ser el mismo para todos. El sentido puede ser muy particular; diferentes mezclas de diferentes tipos de cosas, todas valiosas en modos distintos, pueden adaparse mejor a personas diferentes.
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