21 de diciembre de 2011

¿Cuánto tiempo acá?

Hace cuatro años y medio, el 22 de junio del 2007, empecé esta actividad bloggera. En ese entonces, mi idea era practicar mi habilidad para escribir, mi coherencia en cada oración, en cada párrafo, en cada texto. Era un ejercicio de estilo sin reglas, sin categorías, sin periodicidad establecida.

Lo nombré El infinito perpendicular porque, según pensé en un sueño guajiro, existe una línea temporal que va del pasado hacia el futuro, una línea horizontal, algo que podríamos dibujar de izquierda a derecha como la escritura en las lenguas derivadas del latín.

Dicha línea es infinita (al menos desde mis dimensiones ultra-finitas) porque el tiempo empezó hace demasiado como para poder determinar cuando fue, y porque se extiende hacia el futuro indefinidamente. Estoy hablando del tiempo, es decir de ese sucederse de eventos para los seres humanos, por lo que no estoy hablando del big-bang para acá, sino desde que los primeros hombres empezaron a notar que había algo que pasaba y no podía detenerse y nos arrastraba desde la cuna hasta la muerte, para acá, y mientras la humanidad dure.

Sé que el tiempo es finito, pero si tomamos la longitud promedio de una vida humana, es tan largo que, estirando la metáfora hasta sus límites, podría decirse que es infinito. De cualquier modo, ¿a quién le importan los tiempos previos o posteriores a uno mismo?, ok, sí nos importan hasta cierto punto, hay historiadores que gustan de escarbar el pasado y los archivos y demás; y hay muchas personas que proyectan sus anhelos y sus ilusiones hacia el futuro, muy bien, pero son intereses marginales, que sólo algunos tienen, y solo durante algunas horas del día. La mayoría de sus días deben pasarla persiguiendo la chuleta y con preocupaciones que no van tan lejos hacia el pasado ni hacia el futuro.

Como sea, si tomamos en cuenta que en algún momento nacimos, y en algún momento moriremos, esa línea temporal horizontal se reduce muchísimo, y al menos para nosotros es extremadamente finita. Así que, la brillante idea en ese entonces, año y medio después de haber empezado a salir con mi musa, enamorado, contento, positivo, sonriente; fue que este blog sería una representación de unos picos perpendiculares a la línea temporal finita, unos picos de felicidad y goce y cariño y mi pierna tan larga y tan flaca, y Tarumba; unos momentos finitos en su horizontalidad pero infinitos en su intensidad vertical sentimental.

Ahora, mil seiscientos treintaydos posts después de ese 22 de junio del 2007, sé que me gusta escribir y jugar con las palabras. Mi derecho a escribir en mi blog es algo por lo que he luchado, y que no he dejado caer aunque he estado muy cansado y a veces escribo literalmente cabeceando de sueño. Así que ahora estoy listo para otro año más de infinitos. Espero que tú también lector(a).

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