La comida de fin de año de la empresa para la que trabajo fue idéntica, o bueno, igual pero con algunas variaciones, que las dos pasadas a las que he asistido en mis dos años y medio de trabajar ahí. Restaurante de lujo, comida fina, bebidas gratis, derecho a fumar en el interior del salón, música popular/grupera/cumbianchera/guapachosona a un volumen que impedía que los asisntentes pudiéramos platicar, discursos de felicitaciones a todos los trabajadores, mención de quienes cumplían 5/10/15/20/25/30 años en la compañía, rifa de algunos electrodomésticos, y ya.
Este año me puse a ver las caras de los que estaban en las mesas a mi alrededor, y creo que fácil el 75 por ciento de los asistentes estaban aburridos y sin muchas ganas de estar ahí. En mi caso yo hubiera preferido estar en la oficina chambiando/procrastinando que ahí haciendo relaciones públicas de presencia. Yo creo que la mayoría de los que ahí estaban hubieran estado más contentos yéndose a sus casas que permaneciendo en el ruidazal de la pachanga; pero tal vez me equivoque porque casi todo el salón se paró a bailar cuando empezó el bailongo, y muchos tuvieron la oportunidad de ponerse una buena peda a expensas de la empresa.
Aprox a las siete de la noche me despedí y vine a casa, según yo a bañar a mis críos, pero el tránsito estaba tan navideñamente jodido, que llegué como a las nueve y media, y en lo que llegué, saludé, conversé un ratito con mi amada y puse a eructar a Lucas, se hizo demasiado tarde como para meter a mis peques al baño. Fue de verdad horrible salir de la fiesta para irme a meter al tráfico, pues dada la situación mejor me hubiera quedado hasta las nueve, y tal vez habría hecho media hora en llegar a mi casa. Supongo que me fui porque ya estaba harto del escándalo, pero tenía que haberlo pensado mejor.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario