12 de febrero de 2012

Dos modos distintos de escribir

Últimamente me he interesado más por las estrategias discursivas en los textos que leo. Por ejemplo, Richard Dawkins es muy claro y muy directo, intenta definir primero los términos que usa, y luego explicar las ideas en las que quiere extenderse. Suele mencionar su intención desde el principio, e.g. "quiero demostrar que hay suficiente masa de evidencia como para considerar a la teoría de la evolución como algo verdadero" o bien, "quiero que se den cuenta de lo absurda que es la hipótesis de un Dios personal que nos vigila". Suele llevar su argumentación de un punto A a un punto B, a veces con algunas desviaciones para explicar detalles, de manera bastante derecha y honesta.

Por otro lado, Salman Rushdie, del que estoy leyendo los versos satánicos, construye su novela sin dirección aparente. empieza en un punto, luego regresa en el tiempo varias décadas, luego vuelve a llegar a ese punto, luego mientras avanza en dirección desconocida, abre paréntesis y desarrolla nuevas historias en las que sus personajes principales están involucrados. Por ejemplo hay un personaje llamado Gibreel Farishta, que tras quedar maldito por comer cerdo, sueña que es el arcángel Gibreel, y en sus sueños se le acerca a Mahound, el profeta, a un Iman muy poderoso, a una mujer india de origen humilde, etcétera. Pero como es un sueño, Gibreel no tiene control de lo que hace o dice, y a veces aunque el sienta que no dice nada, los que lo ven oyen "su voz" ordenándoles que hagan cosas. El otro personaje se llama Saladin Chamcha (Nombre completo: Salahuddin Chamchawala) y tras un accidente aereo del que salieron ilesos él y Gibreel Farishta, se transforma en un demonio fétido. De Saladín aún no salen sueños ni nada por el estilo, hasta donde voy en el libro no se desdobla y está padeciendo su situación demoniaca porque, mientras a un arcángel como Gibreel todos lo ven luminoso y elegante, a Chamcha todos lo ven horrendo y hediondo. Supongo que dentro de muy poco Rushdie lo hará pasar más tiempo conmigo, y dejará a Farishta tras bambalinas. O al menos eso espero. Como sea, en cuanto a la estrategia discursiva, se nota que el autor, si tiene algún lugar al que finalmente se habrá de llegar, no lo deja ver a los lectores. Eventualmente llegaré, y tal vez todo encaje y haga catársis como me sucedió con Baudolino, pero tal vez también sólo diga, ok, estuvo bueno el recorrido, me la pasé bien con los personajes, hasta luego versitos.

Lo raro es que los dos, Los versos satánicos y The God Delusion, me llaman por igual, quiero acabarlos a ambos, y ambos, con sus estrategias tan distintas, me hacen volver a sus páginas una y otra vez.

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