¿Cómo puedo mantener el ritmo de posteo si los fines de semana salen tantos capítulos de mis series (telenovelas gringas) favoritas? ¿Y si cuevana.tv es tan amable como para poner los episodios a mi disposición el mismo día en que salen? Por ejemplo, los viernes sale Nikita y The Clone Wars, luego los sábados sale Spartacus (la segunda temporada, con un protagonista que no es tan buen actor), los domingos sale The Walking Dead, y los lunes Dr. House y Alcatraz. Por si eso fuera poco, bañar-empiyamar-dormir a mis pequeños es algo que normalmente me toma hasta aprox las doce de la noche, a veces converso un ratito con mi musa, y ahí está la fórmula perfecta para empezar a escribir a las dos de la mañana y dormirme a las tres o tres y media; y eso cuando escribo, porque por desgracia escribir es algo para lo que hay que tener un mínimo de energía, y ha habido días en los que de plano cabeceo al teclear o tecleo al cabecear y cuando abro los ojos la cadena de caracteres que tengo enfrente es ya sea una combinación de letras sin sentido, o una oración gramaticalmente absurda. Sin embargo estoy empezando a planificar mi noche-madrugada de otro modo, con la práctica de escriba al principio, dejando las cabeceadas para cuando esté viendo mis videos; sea como sea, lo ideal sería escribir entre doce y una, y luego irme a dormir...
Por otro lado, he estado pensando en escribir cuentos cortos o fábulas para Loana y Lucas, algo que promueva valores no tan medievales como los que se han trasmitido por generaciones. Es más, cuentos que neutralicen aquellos que en la actualidad me parecen anti-valores de los cuentos viejos. Tal vez esto va a ser un modo de seguir una tradición: recuerdo que mi papá me contaba cuentos cuando yo era un niño. El personaje principal era un tal Tico, un fantasma que yo me imaginaba como a Gasparín, que hacía toda clase de travesuras. Imagino que esas travesuras fueron las que mi papá hizo (o fantaseó con hacer) cuando él a su vez iba a la primaria, sobre todo porque en muchas ocasiones, cuando Tico iba a hacer de las suyas, mi papá se botaba de la risa, con lo cual ahora no recuerdo si las travesuras eran tan divertidas o si sólo me reía por contagio; pero esa risa de algún modo delataba a mi padre, y claro, yo quisiera creer que el héroe de los cuentos de mi infancia en el fondo hubiera sido papá. Como sea, ese es mi propósito literario de momento, escribir cuentos nuevos y reescribir cuentos viejos, para que cuando Loana y Lucas tengan como seis años pueda leérselos, si es que les interesa que se los cuente.
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