A continuación el tercer fragmento del texto Why French Parents Are Superior de Pamela Druckerman.
El truco: ¿Son los padres franceses mejores?
Tengan la seguridad de que no sufro de ninguna parcialidad pro-Francia. Au contraire. No estoy ni siquiera segura de que me guste vivir aquí. Ciertamente no quiero que mis hijos crezcan para convertirse en parisinos de nariz respingada.
Pero con todos sus problemas, Francia es el retén perfecto para los problemas actuales en la crianza americana. Los papás franceses de clase media (no di seguimiento a los muy ricos ni a los muy pobres) tienen valores que me suenan familiares. Son entusiastas en cuanto a hablar con sus hijos, enseñándoles la naturaleza y leyéndoles montones de libros. Los llevan a lecciones de tennis, clases de pintura, museos de ciencia interactivos.
Sin embargo los franceses han logrado comprometerse con sus familias sin volverse obsesivos. Asumen que incluso los buenos padres no están al servicio constante de sus hijos, y que no hay necesidad de sentirse culpables por ello. "Para mí, las tardes son para los papás", una mamá parisina me dijo. "Mi hija puede estar con nosotros si quiere, pero es tiempo de adultos". Los papás franceses quieren que sus hijos sean estimulados, pero no todo el tiempo. Mientras que algunos niños americanos reciben tutores de Mandarín y entrenamiento pre-literario, los bebés franceses están -por diseño- aprendiendo a andar por su cuenta.
Difícilmente seré la primera en señalar que la América de clase media tiene un problema de crianza. Dicho problema ha sido laboriosamente diagnosticado, criticado, y nombrado. sobre-crianza, hiper-crianza, crianza tipo helicóptero, y mi nombre favorito, la kindergarquía. A nadie parece gustarle el ritmo implacable e infeliz de la crianza americana, y menos que a nadie a los padres mismos.
Claro que, los franceses tienen todo tipo de servicios públicos que ayudan a que tener hijos sea más atractivo y menos estresante. Los padres no tienen que pagar el preescolar, preocuparse por seguro de gastos médicos o ahorrar para la universidad. Muchos reciben bonos mensuales de dinero directamente en sus cuentas de banco sólo por tener niños.
Pero esos servicios públicos no explican todas las diferencias. Los franceses, descubrí, parecen tener un marco totalmente distinto para la crianza de sus niños. Cuando les pregunté a los papás franceses cómo disciplinaban a sus hijos, les tomó algunos momentos tan sólo entender lo que les estaba preguntando. "Ah, quieres decir cómo los educamos?" preguntaban. La "disciplina", me percaté pronto, es una noción estrecha, poco usada, que tiene que ver con el castigo. Mientras que "educar" (que no tienen nada que ver con la escuela) es algo que se imaginaban a si mismos estar haciendo todo el tiempo.
Una de las claves de esta educación es el simple acto de aprender cómo esperar. Es el porqué de que los bebés franceses que conozco duerman en su mayor parte toda la noche desde los dos o tres meses de edad. Sus papás no los cargan al segundo que empiezan a llorar, lo que le permite a los bebés aprender como volver a quedarse dormidos. Es por eso también que los bebés franceses se sientan felizmente en un restaurante. En lugar de botanear todo el día como los niños americanos, casi todos tienen que esperar hasta la hora de la comida para probar alimento. (Los niños franceses tienen consistentemente tres comidas al día y un almuerzo al rededor de las 4 p.m.)
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