7 de febrero de 2012

Viaje a Oaxaca

El próximo viernes tendré que ir a Oaxaca a un concierto. Es el Corona Music Fest, y ahí pondremos la plataforma que obtiene hashtags de twitter para que los asistentes al concierto puedan "participar" con comentarios, como de costumbre interesantísimos. Es más o menos frustrante porque aunque a veces me queje, me gusta mi rutina hogareña los fines de semana de despertar y ver a mis crías, a mi esposa, y preparar el desayuno un poquito tarde, meternos a bañar, y estar todos juntos, y, en el caso de mi amada y yo, observar los avances cotidianos de nuestros pequeños.

Iré a Oaxaca, y sé que no disfrutaré el tipo de música que habrá; todavía si fuera Jazz o Blues sería de mi interés, pero va a ser pop fresa y cumbianchero, creo. Ya hace tiempo que sé que ya estoy ruco, pues el 80% de las veces, cuando escucho a alguno de los nuevos artistas del momento, me parecen malas copias, de rolas de verdaderos genios del pasado. Pero no del pasado hace cinco o diez años, sino del pasado de hace cuarenta años, de antes de que yo naciera, de cuando mis papás iban a bailar y había verdaderos hippies y les parecía (a mis papás y a los hippies) que el mundo estaba a punto de volverse más humanista. Iré a Oaxaca, y extrañaré a mi familia; extrañaré a mi pequeña fierecilla inteligentísima que está entrando en la etapa de preguntar "porqué" por todo; extrañaré a mi bebé súper sonriente que con sus apenas tres meses ya casi se voltea; y extrañaré a mi musa mandona con la que crezco todos los días, que algo habré hecho bien pues me quiere y tuvo dos hijos conmigo, y a la que, incluso sin haberme ido aún, ya quiero volver a abrazar.

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