18 de febrero de 2012

Por qué los padres franceses son superiores (4 de 7)

A continuación el cuarto fragmento del texto Why French Parents Are Superior de Pamela Druckerman.

Un sábado visité a Delphine Porcher, una bella abogada laboral en sus treintas que vive con su familia en los suburbios del este de París. Cuando llegué, su esposo estaba trabajando en su laptop en la sala, mientras que su bebé de 1 año Aubane dormía la siesta a un lado. Pauline, su niña de 3 años, estaba sentada en la mesa de la cocina, completamente absorta en la tarea de vaciar masa de panqué en pequeños moldes. De algún modo lograba resistirse a la tentación de comerse la masa.

Delphine dijo que ella nunca se había propuesto específicamente enseñarle a sus hijos paciencia. Pero sus rituales familiares diarios son una enseñanza continua sobre como posponer la gratificación. Delphine dijo que algunas veces le ha comprado dulces a Pauline. (Les Bonbons están a la venta en la mayoría de las panaderías). Pero que Pauline no tenía permitido comerse los dulces hasta la hora del almuerzo de ese día, incluso aunque significara esperar muchas horas.

Cuando Pauline intentó interrumpir nuestra conversación, Delphine dijo, "Espera tan sólo dos minutos mi pequeña. Estoy a la mitad de una charla". Fue a la vez muy educada y muy firme. Yo estaba asombrada tanto por cuan dulcemente Delphine había hablado a su hija como por cuan segura parecía de que Pauline le obedecería. Delphine también le estaba enseñando a sus hijos una habilidad relacionada: aprender a jugar solos. "La cosa más importante es que aprenda a estar contento consigo", dijo de su hijo Aubane.

Es una habilidad que las mamás francesas tratan de cultivar explícitamente en sus hijos más que las mamás americanas. En un estudio de 2004 sobre las creencias de crianza de madres con educación universitaria en los E.U. y Francia, las mamás americanas dijeron que alentar a sus hijos a jugar solos era de importancia promedio. Pero las mamás francesas dijeron que era muy importante.

Más adelante, escribí un email a Walter Mischel, experto mundial sobre cómo los niños aprenden a posponer la gratificación. Sucedió que el Sr. Mischel, de 80 años de edad y profesor de psicología en la universidad de Columbia, estaba en París, quedándose en el departamento de su novia. Accedió a que nos reuniéramos para tomar un café.

Mr. Mishel es muy famoso por inventar la "prueba del malvavisco" a finalhttp://elinfinitoperpendicular.blogspot.comes de los 60 cuando estaba en Stanford. En ella, un experimentador lleva a niños de entre cuatro y cinco años a un cuarto donde hay un malvavisco en una mesa. El experimentador le dice al niño que va a salir del cuarto por un momento, y que si el niño no se come el malvavisco hasta que regrese, será recompensado con dos malvaviscos. Si se come el malvavisco, sólo recibirá ese.

La mayoría de los niños sólo pudieron esperar aproximadamente 30 segundos. Sólo uno de cada tres resistió por los 15 minutos completos que el experimentador se quedaba afuera. El truco, descubrieron los investigadores, es que los mejores en posponer eran capaces de distraerse a sí mismos.

Dando seguimiento en los años 80, el Sr. Mischel y sus colegas descubrieron que los que habían sabido posponer eran mejores concentrándose y razonando, y no "tenían tendencia a desmoronarse frente al estress", decía su reporte.

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