El fin de semana pasado fui al Walmart y después de lo que observé me doy cuenta del buen observatorio antropológico que es un supermercado. Reprobé particularmente a tres familias con padres muy jóvenes que reprendían a sus hijos pequeños del modo más grotesco. Por ejemplo un niño de entre dos y tres años se puso a brincar torpemente sobre un pie, y en una de esas perdió el equilibrio y fue a parar sobre un escaparate con pastas de dientes: "Íralo, no seas pendejo", gritó el papá, mientras la mamá le reclamaba "siempre la riegas, ¿cómo es posible que no haya ocasión en que no la riegues?", y el pobre pequeño atemorizado, con la cola entre las patas, sin entender muy bien porqué sus papás estaban tan enojados con él y lo maltrataban. Probablemente crezca pensando que así es, que eso es normal; probablemente cuando crezca y tenga a sus propios hijos, los tratará igual de mal; probablemente los papás no aceptarían ninguna crítica o corrección porque es "su" hijo; y probablemente esto es un reflejo de otros problemas, de pareja, laborales, sociales, económicos, etc.
Así me percaté de tres incidentes por el estilo. Uno en el que una mamá gorda le ponía un coscorrón a una niña que ya de por sí estaba llorando. Y otro más lejano en el que un papá le decía a su pareja, delante de dos niños de entre cuatro y siete, "eres una imbécil". Me pregunto, fuera de ese enajenamiento que nos hace ir a lo que vamos, por nuestras compras, y no meternos en la vida de los otros, ¿observarán los demás compradores esos ejemplos de barbarie?, ¿pensarán igual que yo que lo que hacen esas familias está mal?, ¿y los bárbaros, saben que lo que hacen, más allá del que "aprendan a golpes", dejará repercusiones negativas en sus pequeños? Digo, ahora ya entiendo la frustración de un padre frente a la indiferencia, desobediencia y obstinación de los críos, pero de ahí a gritarles insultos o pegarles con saña, hay una brecha que no entiendo, a no ser que esas personas traigan mucha furia adentro.
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