En las noches Loana me pide cuentos, y yo se los invento. Así nació el del Elefante Pancho, el de Sole, el del Perro Rufo y el Gato Misifus, que son cuentos fijos, porque a Loana no le gustan las variaciones. Así, cuando me pide el cuento del elefante Pancho ya sé qué cuento debo contarle, cuales son los elementos principales, y qué desenlace tiene.
Me sorprende muchísimo la memoria de Loana, porque por ejemplo, un día le inventé el cuento de Sole, y ella lo escuchó, y luego pasó una semana y yo había olvidado por completo hasta el título, ya no digamos la trama, ni mucho menos el desenlace. Así que cuando un día me pidió: "¿me cuentas el cuento de Sole?", yo hice cara de what, y me quedé de a seis, y le dije que con mucho gusto, en cuanto me acordara de qué se trataba... Entonces Loana con dos preguntas hizo que recuperara la memoria: ¿siempre era de noche?, ¿a Sole le brillaba el pelo? y plaf, que se fija el cuento en mi mente y ahora ya no necesita recordármelo, ya me lo sé. Lo mismo sucedió con el del Rufo y Misifus, ¿me lo cuentas?, me pidió, y yo en mi mente: "Rufo y Misifus, Rufo y Misifus, ¿cómo iba?"; y Loana: "el coche le aplastó la patita", y saz, otra vez ya tenía el cuento completo en mi cabeza.
Pero además, sabe a quién pedirle qué cuento, su mamá también le inventa algunas historias edificantes ("las princesas no son princesas por ser bonitas, sino por ser las más inteligentes y educadas"), y Loana va con ella y le pide a mi compañera que le narre lo que ella ha inventado, y que yo le platique lo que yo le he contado. Y lo mejor de todo es que puede pasar bastante tiempo entre una petición y otra, y no importa, Loana recuerda perfectamente, y si le cambio drásticamente alguna parte del cuento, exclama: "NO, así no", hasta que rectifique.
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