El viernes antepasado vino a visitarnos una amiga (en un principio amiga de mi musa, ahora también mía) a la que hacía mucho que no veíamos. Vino con su pequeña y pasamos una agradable tarde conversando y cuidando a los niños. Nuestra amiga, Alejandra Moreno, tuvo un periodo no sólo de vacas flacas, sino de vérselas negras en prácticamente todo lo que hacía, y transcurrió ese lapso con buen ánimo y luchando valientemente. Una anécdota que me llenó de empatía (y angustia retrospectiva) hacia ella fue cuando en una de esas, necesitadísima de dinero para comprarle pañales y leche a su hija, logró cobrar mil pesos y se fue directo al súper; llegó, llenó su carrito con lo que necesitaba, y ya frente a la caja se dio cuenta de que había perdido el billete. Obvio, si nos lo estaba contando con humor es porque ahora, en este momento, le va bien y está saliendo adelante. Pero fue tan hondo el pozo del que salió que empecé a sentir una profunda admiración por ella; me parece una de esas personas que se enfrentan a la vida sin miedo. Espero que volvamos a reunirnos a seguir la charla, y que nuestras niñas se vuelvan amiguitas, y que su ejemplo me inspire para sacar adelante a mi famiglia; sé que a mi amada compañera la inspiró, ahora hay que actuar.
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