Hoy Lucas estaba sobre su gimnasio, que es un tapetito con un par de arcos flexibles del que cuelgan unos juguetes. El gimnasio estaba a su vez sobre un colchón que tenemos en el cuarto de Loana, con una elevación con respecto al piso de aprox 30 centímetros. La cosa es que Dejamos solos a nuestros dos pequeños por un minuto, y de repente se oye un golpe y el berrido de Lucas.
Resultó que Loana había jalado el tapetito y tirado a Lucas al piso. Nuestra pequeña estaba bastante asustada con el resultado obtenido, no porque se esperara golpes o algo por el estilo, sino porque se dio cuenta de que había hecho algo malo, algo que había lastimado a su hermanito.
Sé que según esto las nociones éticas les entran a los niños hasta la edad de cinco a seis años, con lo que no deberíamos esperar culpa alguna por parte de nuestra tiranuela, y sin embargo, cuando llegué yo corriendo segundos después de que mi musa hubiera levantado a Lucas, la cara que vi en Loana no era la de una cínica, sino que estaba preocupada, y se había quedado a un lado del colchón, inmóvil ante el acontecimiento, con una postura corporal de quien se siente mal con su acción.
Claro, la culpa no le duró demasiado, una hora después ya estaba otra vez encima de su hermanito atosigándolo mientras intentaba jugar con él. Me encanta cómo Lucas protesta harto de que se le encime Loana; no llora, ni hace pucheros: grita enojado, y mueve los bracitos, e intenta atacar; nomás quiero ver que tenga dientitos, o que sepa moverse mejor, y va a ser el terror de su guardería.
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