10 de agosto de 2008

También de niño...

De niño, entre los cinco y seis años, recuerdo que una vez logré disparar mi chorro de pipí por encima del borde del mingitorio, en algún baño donde yo no alcanzaba. Eso me dio mucha seguridad para entrar al baño de hombres, ya podía hacer en donde los grandes, sólo era cosa de un buen ángulo y bastante presión en la vejiga (aunque yo en ese entonces no hubiera sabido nombrarla).

Un día, se dio nuevamente la necesidad de orinar en un baño público. Llego, mi papá a un lado, le llamo la atención para que vea mi proesa, "no seas cochino" me dice cuando el chorro empieza a caer en dirección opuesta a la que debería, es decir hacia mí. Me aparta y levanta para que termine de orinar dentro del orinal, y luego me lleva a lavarme un poco a los lavabos llorando.

Este es sólo un ejemplo temprano, pero así me pasa en muchas áreas de mi vida, creo que logro algo y en cuanto llamo a álguien para que lo vea la magia desaparece. ¿No tendré mal de ojo?

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