1 de agosto de 2008

PTSD viajero

Si bien he mentado madres a diestra y siniestra acerca de mi viaje a Brasil, escribiendo de su economía y sus calles con sarcasmo, de los precios y graffitis, de sus vagos; no he mencionado que las personas con que traté eran todas bastante amigables. Había disposición para explicar e intentar entender. Algo que me gustó mucho fue cómo manejaban las cuentas de manera individual en todos los locales de comida a los que me llevaron los alumnos. No te llevaban una cuenta a la mesa, sino el mismo número de cuentas que de comensales. No sé ni siquiera si se acostumbra que uno se ofrezca a pagar lo de todos. Como no fui en grupo a ningún otro tipo de lugar generalizo lo que vi. Si así fuera en todos lados estaría magnífico, me gusta mucho ese fomento al espíritu individualista.

Llegué a México el sábado 19 de julio después de 10 horas sentado en un asiento angosto entre dos personas, sin descanso ni mucha paciencia, a reambientarme con mi musa (una semana lejos). Dormí, luego hubo algunas horas de tensión incomprensiva desde ambos lados, y finalmente nos alivianamos y comi-cenamos en un excelente restaurante argentino de Polanco donde bebimos demasiado por lo que llegamos a dormir. Al día siguiente descansamos, vimos la película Casablanca, y aunque no puedo decir que sea buena, creo que es mejor que muchas que están saliendo en la actualidad. Me dio la impresión de que los personajes eran más maduros, más desencantados y cínicos. En una regresión paradójica de la cinematografía de estos años los heroes son más inocentones e ilusos.

Mi papá anda en Italia, y como bien dice el dicho: cuando el gato no está los ratones hacen fiesta. Sucedió que Telmex nuevamente le cambió la ip a nuestro modem y el servidor quedó fuera de línea (ondas del DNS). Traté de llamar a la oficina de mi amado padre cerca de las cinco y media para buscar ayuda en alguna de sus asistentes pero nadie, bola de cabruevones.

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