El viernes mi musa seguía trabajando en la noche y me encargó que consiguiera algo de cenar. Mi primera reacción fue llamar a los de Pane in vía, que tienen un menú sofisticadón y servicio a domicilio. El problema principal era que nuestra alacena y refrigerador tenían poco que ofrecer, y no quería ni quebrarme la cabeza ni ensuciar platos. Llamé al teléfono del folleto y nunca respondieron, supongo que era demasiado tarde. Entonces, pensé en una pasta con la clásica receta "Aglio Oglio e Peperoncino" pero en la alacena el único "peperoncino" que teníamos era chile pasilla, y no quería dar un sabor "exótico" a ultranza. Afortunadamente un trozo de Parmesano seguía en el refrigerador.
Así que, finalmente sí me quebré un poco la cabeza. Se me ocurrieron los cacahuates porque imaginé la pasta con un toque de ajo y algo de maní. Sin embargo, la idea no me resonó con el aceite de olivo, pero sí con la mantequilla. Así que unos minutos antes de sacar del agua la pasta, disolví un trozo grande de mantequilla, le eché dos puños de cacahuates salados, dos cucharadas de ajo picado, un puñito extra de sal, y salió un pesto con un sabor refinadísimo. Mi amada quedó fascinada y me demostró mucha alegría y placer por el sabor del platillo mientras cenaba. Ella además le puso una cucharada de mole negro, haciendo gala de su sincretismo culinario del más elevado nivel.
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